LOS
BIENES DE ARAGÓN
Cuando
se habla de “ los Bienes de Aragón” - y se habla muchas veces
desde hace años y más que nunca en estos días de Adviento
después del día 11 del mes en curso por el “evento” de su
rescate – pensamos obviamente en los bienes de Sijena
secuestrados por los catalanes y rescatados al fin, ya era hora,
por los aragoneses de cuerpo entero y cabecica atada.
Estos
bienes pertenecen al patrimonio inmaterial del monasterio de Sijena
que fue de la diócesis de Lleida como otros pueblos de las
comarcas orientales de Aragón en la provincia de Huesca y en otras de
la de Teruel que pertenecieron a la de Tortosa, hasta que la
jurisdicción eclesiástica se ajustó en España a la
administración civil de las provincias. Cuando la historia
discurría a la par en la Cristiandad los bienes de Sijena eran
de la Iglesia o del pueblo cristiano si se quiere, ahora siguen
siendo patrimonio inmaterial de origen cristiano reivindicado de
hecho como bienes de Aragón por la sociedad civil y su gobierno en
esta tierra. Nada que objetar. No obstante dudo que lo hiciera San
Lorenzo -que era de Huesca- en la actual situación, y me pregunto
por qué lo hace el obispo de Barbastro que es de Ejea. Me digo que
será porque lo cortés no quita lo valiente, ni ser obispo hoy
impide ser aragonés. Y aunque no hubiera razones pastorales para
reclamar otros bienes de la Iglesia que los pobres, no faltan
razones políticas que asisten a los ciudadanos aunque sean obispos.
Soy
laico en la Igleisa y ciudadano en España y, por tanto , en
Aragón. Pero no soy laicista ni pertenezco a ninguna secta,
aborrezco todos los "-ismos" clericales o seculares. Vivo en un
mundo en el que las fronteras físicas son permeables y los
prejuicios, por desgracia, consistentes. En una situación en la
que la historia universal - la de la humanidad propiamente dicha -
es posible y necesaria hablando objetivamente, el miedo nos
encierra y nos hunde en la miseria de un egoísmo individual o
colectivo a quienes andamos por ahí como balas perdidas contra
los otros que no son como nosotros. En vez de caminar paso a paso
alimentados por el mismo pan: la vianda compartida entre compañeros,
los individuos y los pueblos tropezamos o atacamos sin ceder el
paso. Sin parar ni reparar en nada ni en nadie, sin pisar la tierra
que nos sustenta. En vez de caminar con un pie en tierra y otro en
el aire, sustentados por el pasado y alentados por la esperanza, se
vive hoy en general en un presente sin pasado ni futuro: en una
“eternidad efímera” (como dijo M. Castells) Corremos
despegados de donde venimos, sin avanzar ni saber a donde vamos por
el camino que llevamos. Sé que la planta de los pies no tiene raíces y, no obstante, estoy convencido de que con una nos
sustentamos sobre la tierra y de la tierra, mientras con la otra
existimos y vivimos en el camino sin alimentarnos del aire.
Es
por eso que me importa y nos importa a todos los aragoneses
conservar el patrimonio cultural: ya sean los objetos y monumentos
tangibles - como la tierra que pisamos y habitamos o las borrajas
que cultivamos- que tienen un precio en el mercado, u otros
intangibles e inmateriales que son inestimables como la lengua
aragonesa – esa reliquia exclusiva de Aragón- o esa otra que no
es menos aragonesa aunque se llame con otro nombre y se comparta
incluso con Cataluña.
Los
bienes de Aragón no son solo los de Sijena, faltaría más, y los
de Sijena no tienen solo un precio. Tienen un valor sentimental, un
significado inmaterial, un contenido espiritual, y un contexto
histórico. Pertenecen a la tradición que nos lleva y que
llevamos. A la tradición viva y a la historia que hacemos si es que
la hacemos todavía y no la consumimos, o la malgastamos como
malos herederos y la vendemos como productos o recreaciones a
los turistas.
Los
bienes de Sijena han vuelto casa - aunque no todos, ni mucho menos
– pero sin llegar a los aragoneses limpios de polvo y paja: no el
grano que yo sepa, no su valor inestimable, sino acaso su precio y
su interés económico. Ha llegado la cera que arde, hablando en
plata. Pero no la luz y el calor que ilustra la mente y levanta los
corazones. Celebro que se hayan recuperado y espero que se conserven
bien en un museo. Lamentaría si su traslado material no
trascendiera y no llegara a sus destinatarios todo su valor
cultural. Me pregunto si no sucederá como sucede con otros bienes inmateriales
e intangibles que compartimos con otros pueblos o naciones. Si no
estaremos ante un reparto desagradable y una mala solución de un
conflicto entre herederos de la misma Corona de Aragón. Una
Corona que renacida podía ser de Gloria: la otra mitad que falta a
la de España, y que nosotros venidos a menos estamos convirtiendo en
una corona de espinas.
José
Bada
13-12-2017
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