LA SOLEDAD
Me refiero a esa peste
del mundo civilizado que se desliza por ahí sobre el asfalto
sin ir a ninguna parte. En los pueblos antes era distinto, pero hoy
en día se despueblan culturalmente y los habitantes del lugar se
trasforman en urbanitas sin moverse de casa ni estar allí para
nadie de Pascuas a Ramos. De modo que estar, lo que se dice estar,
digo, es solo en Semana Santa , de no ocurrir otros eventos que
faciliten otros encuentros. Y es así como en este mundo civilizado y
despoblado, donde los vecinos de escalera apenas nos conocemos de
vista y de hablar sobre el tiempo en el ascensor, tenemos más
contactos que amigos y mantenemos más comunicación virtual que
humana y virtuosa de cuerpo presente. Enredando y enredados , sin
los pies en tierra y por las nubes, nos perdemos y perdemos lo
mejor de la vida que es convivencia y andamos como muertos en vida
hasta morimos solos .
Mientras tanto un abrazo
por cabeza y día es quizás lo que nos toca. Pero esa es la
verdad estadística en el mejor de los casos; es decir, que se trata
más bien de una mentira social no menor que la mentira económica
cuando se habla del medio pollo por cabeza siendo así como se
sabe que a muchos no les toca nada cuando otros, unos pocos, se
llevan la docena. Hablando de abrazos pasa lo mismo, que los viejos
que somos más tocamos a menos que los niños que son no obstante
cada vez menos. Y conste que no me parece mal que los niños, siendo
pocos, se lleven más no solo de sus padres sino de todos. Que
también ellos , por otra parte, suelen ser más cariñosos con sus
abuelos y abuelas que los hijos con sus viejos. No soy el único que
piensa que unos y otros, niños y viejos, con o sin abrazos o
carantoñas no reciben la atención y la consideración que
necesitan y salen mal parados o maltratados en el reparto. No es
por casualidad que los niños y las niñas al nacer, dependientes al
fin y al cabo como los viejos, se parezcan a los ancianos en la
cara por su aspecto. ¿Se han fijado? Pues eso. Que los mayores van a
su bola, y los dependientes no van: los llevan.
Más pronto que tarde
nos morimos, esa es la verdad. Que la muerte, a diferencia de la
vida, es muy personal y en tal sentido un asunto privado. Pero no
es de eso: de la soledad de la muerte que es ley de vida, sino de la
soledad en vida de lo que estamos hablando. Y eso ya no es tan
natural, que vivir -lo que se dice vivir- es convivir. Eso es lo que
todos queremos, estar en el mundo como personas. Y lo contrario
estar sin estar en este mundo, metido en un agujero sin que nadie lo
sepa salvo uno mismo que está por demás abandonado, aparcado,
sin que nadie lo eche en falta. La convivencia es la perfección de
la vida, cuando es perfecta. Y nada que ver con la vida de lo
contrario. Justamente eso que todos queremos: estar en el mundo y
que se note, ser alguien para los demás, es lo que hace en
ocasiones sentirse más solo que nunca. Cuando cada quien va a su
bola, quiere ser el centro de todas las atenciones y no presta
ninguna a nadie, no hay juego y la coexistencia es la guerra que
mata y nos mata: un suicidio colectivo y un asesinato. Que eso es
morir matando.
Esta mañana, volviendo
a casa , he reparado en varios jóvenes con cresta y el resto de
su cabeza rapada; en otros con tatuajes, pantalones rotos como
los pobres, anillos en la nariz o en la boca como los caballos, la
camisa fuera por detrás, el ombligo al aire para que se vea........
Bueno, casi todo lo que he visto era para llamar la atención.
Como un grito en el mercado o reclamo. Camisetas estampadas con
ídolos que ellos sabrán quienes son. A veces, supongo,con su
nombre: David., Santi, Mónica... , y otras con palabras en inglés
y hasta en latín: “Carpe diem”, que supongo no saben lo que dice
pero viste mucho. Sea lo que fuere lo que se quiere decir es lo
mismo. Un mensaje que obedece a lo que se lleva: “Yo soy
distinto” Un individualismo estúpido de lo más vulgar..
Por lo visto no se han
enterado que ese mensaje salvaje, ese egoísmo mostrenco que hacen
suyo y es de todos, esa estupidez que nos une es la causa de la
peste que nos separa de los otros y padecemos todos más o menos.
Porque una persona es tal en relación con otra, salvando las
diferencias. Que no hay yo sin tú, ni nosotros sin vosotros, y ellos
no son nadie si andan por ahí sin camino, compañero, y nosotros
tampoco si hablamos sobre ellos y nunca con ellos porque no
queremos, porque no los queremos, porque no queremos ser un nosotros
más amplio, más humano, en el que quepamos todos sin dejar nadie
al margen.
José Bada
18-4-2017