lunes, 14 de noviembre de 2016

ANIMALISTAS




A IMAGEN Y SEMEJANZA






Rodeado de libros en silencio y acosado por los ruidos de la calle que no me dicen nada, salgo de mi soledad para escuchar lo que está escrito. Cojo las gafas que tengo sobre la mesa y saco de la estantería el libro más leído seguramente en el mundo, el más citado y no siempre por supuesto mejor entendido: la Biblia.


No es por casualidad sino motivado por lo que ahora les cuento: Me dirigía al huerto a pelar cebollas cuando, aunque no suelo ponerla conduciendo, puse la radio para escuchar, sorprendido, lo que nunca había oído. Era una emisión abierta a los oyentes que querían salir hablando por las ondas. El tema era una ocurrencia de Forjes que consistía en un juego de palabras entre “algoritmos y al-gorrinos”. Y ese disparate, esa confusión del tocino con la velocidad, esa anécdota, provocó un escándalo de no te menees y una llamada de un animalista sin pelos en la lengua que interpretó la broma como una ofensa personal. Les increpó, les insultó y, después de defender la dignidad de los “gorrinos” celosamente, interpeló como un animal a los tertulianos del programa y les preguntó si eran capaces de mirar a los ojos de un cerdo como se merece o si carecen, por el contrario, de toda ética y sensibilidad al respecto.



Pero la gota que faltaba en el vaso de mi paciencia - más que suficiente para beber muchos tragos- ha sido un artículo firmado por una conocida periodista y feminista militante que citaba, primero, un pasaje del Génesis: “Y dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen , como semejanza nuestra, y mande en los peces del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las sierpes que serpean por la tierra”, y comentaba después con estas palabras: “Leo este párrafo del Génesis y me maravilla su pueril bravuconada. A ese hombre que se cree un calco de Dios y que se siente autorizado a reinar sobre todo bicho viviente (incluida la mujer) le quedan por pasar muchas amarguras. Poco a poco la realidad irá imponiendo su ley y bajándole la cresta a trompicones” ( Rosa Montero; en El País Semanal, 30.10.2016)



La Biblia no es un libro que pretenda respuestas científicas a preguntas de andar por casa. Recoge, eso sí, preguntas profundamente humanas y predica un mensaje que ayuda a comprender el sentido de la existencia a los creyentes y les motiva para asumir la responsabilidad que todos tenemos en este mundo. El pasaje del Génesis no se puede entender como “pueril bravuconada de un hombre que se cree calco de Dios” y lo suplanta. Cuando la imagen se declara independiente y se endiosa, al perder su referencia se destruye. Y eso es lo que encuentra el que lee la Biblia “científicamente”: a un macho dominante que domina incluso a su mujer en este mundo. Pero el relato del Génesis no compite con la explicación científica del origen y evolución del hombre sobre la Tierra, ese no es el tema y se puede creer y estar o no de acuerdo con dicha explicación. Porque la Biblia responde a preguntas que la ciencia no se hace y se mueve en otra dimensión: “la del Principio, del que la ciencia sabe fundamentalmente tan poco como la acústica del contenido de una sinfonía”.(E. Brunner) Para andar por casa basta con la ciencia; para hacerse cargo de todo el mundo y de la vida misma se requiere asumir una responsabilidad delante de.....



El autor de ese relato no insiste en la dignidad del hombre como imagen o semejanza del Creador sino, más bien, en el mandato que recibe de él para criar, cultivar y conservar como representante suyo todo lo que ha creado. Por otra parte “Adam” es un nombre colectivo que no tiene plural y puede traducirse por “hombre” o por “humanidad” si así se quiere, y en modo alguno por varón o macho dominante sobre todos los animales sin excepción alguna. “Imagen y semejanza” no es el varón, sino varón y mujer como lo hizo Dios. Es en origen “tú y yo”: somos nosotros cuando nos encontramos cara a cara, nos miramos en los ojos que nos ven, y nos reconocemos los unos a los otros. Cuando nos abrimos a la par, todos nosotros, a quien es enteramente Otro.



El “animalismo” es una aberración que animaliza a los humanos, los degrada, sin humanizar a los cerdos, a los perros, a las aves del cielo y a los peces del mar. Los animales no tienen derechos, ni responsabilidades. Los que sí tenemos derechos y obligaciones, la obligación de cuidar no solo de los animales sino de la creación entera somos los humanos y la humanidad en su conjunto. Mirar a través de la responsabilidad no es mirarse en los ojos de un cerdo. Es mirarse a los ojos y reconocerse en los otros como nosotros mismos. Y adivinar a través de la pregunta que somos y asumimos las personas, el Misterio que nos pone en cuestión y con los pies en tierra.







José Bada

13-11-2016






















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