domingo, 9 de octubre de 2016

HACE FALTA MUCHA FE



SOLITARIOS SOLIDARIOS

Hoy martes, como todos los martes, me he reunido con mis amigos para arreglar el mundo, es un decir, pues a mis años los viejos tenemos muchas ganas de hablar - ese es el tema - y menos ganas o, mejor, pocas fuerzas para actuar. Y ese es nuestro problema. Diríase que decimos a los más jóvenes: “¡Ahí queda eso!”, y eso es todo el mundo.


Hoy martes, uno de los compañeros me ha traído un recorte de La Vanguardia con una entrevista de Victor M. Amela a un nonagenario superviviente del campo de depuración fascista instalado en el marco incomparable del que fuera antes convento de San Marcos en León: residencia de la Orden de Santiago a la par que hospital de peregrinos y, ahora mismo, parador turístico y hotel de cinco estrellas. El entrevistado se declara católico y catalanista, pero no olvida al capellán del campo de depuración que les decía al darles el chusco cotidiano: “Este pan es un don de Dios que vosotros no merecéis, ¡perros sarnosos catalanes!” El capellán era el que sería arzobispo de Zaragoza y consejero del Reino, ya saben. Y el que se declara católico y catalanista, Francesc Riera, una anciano que se mueve con andador por una residencia de Sabadell.

Hace cuatro días que llegué de León, donde visité el parador sin saber nada de los presos. Hoy al volver de la tertulia, hallo sobre la mesa de mi despacho dos libros abiertos: uno de F. Sabater y otro K. Jaspers, el primero sobre La vida eterna -ese es el título- y otro de K. Jaspers titulado La fe filosófica ante la revelación. Publicados el año 2007 y 1962 respectivamente. Muchas cosas cambiaron después de Franco en España y sobre todo con la transición a la democracia, y no menos en Europa y en el mundo entero después de la segunda guerra mundial en las últimas décadas. Muchas para bien, todo hay que decirlo. Y recordarlo, sin olvidar a las víctimas que se quedaron en el camino. Que no es bueno dejar el muerto al hoyo y el vivo al bollo, sino empanada que no aprovecha ni tan siquiera a quien la come solo a dos carrillos. Y otras malas - o no tan buenas- que nos han llevado al cabo de la calle, a una situación mundial de la que no saldremos si no nos desplazamos juntos. Si no salimos de la plaza del mercado y de la competencia donde todos gritan y se hacen sitio a codazos a la plaza de la concordia y de la convivencia donde todos caben y se entienden hablando. Si no nos abrimos los unos a los otros para comenzar la historia nunca vista: la de la humanidad que nos hace humanos.

Y para eso hace falta fe, no fanatismo. Una fe laica que nos saque del agujero sin chantajes, una moral autónoma como piensa y quiere un filósofo ateo; filosófica acaso como profesa Jaspers que se abre a un horizonte inabarcable, o quizás , incluso, cristiana siempre que no pretenda tener la Verdad en propiedad como moneda en el bolsillo. Esa fe como apertura que se abre hacia todos los otros, hacia nosotros sin excluir a nadie, en el camino, peregrina, tiene sentido paso a paso y hace posible la salida en cualquier situación. Es la que nos saca de la retórica y la nostalgia, de la cháchara inútil, de la insistencia en lo mismo a la real existencia de la vida en encuentro con otros

.      No creo en la fe y , por tanto, en cualquier fe. Que eso es miedo y morir antes de tiempo, o caer en la tumba sin dar el primer paso. La fe es ante todo fe en alguien, confianza, y solo después en lo que nos dice o promete una persona que nos inspire confianza: un buen testigo. La renuncia a esa fe no es razonable. En todo caso sería meramente racional o estratégica, cuando uno quiere solo lo mejor para sí mismo pese a quien pese; es decir, lo que cree que es mejor para él aunque se equivoque. Porque creer todos creemos, hasta los que no creen en nada y en nadie; pero solo los solitarios solidarios son creyentes de buena fe. Esa fe es libre y responsable, no dispone de los otros ni se impone a los otros. Es una opción muy personal, pero se celebra con otros y se comparte.

En una situación histórica en la que se caen las fronteras físicas de los Estados o son permeables, no es posible a largo plazo la vida en nuestro mundo si son sustituidas por otras culturales, ideológicas, religiosas o mentales que pasan por el interior de los individuos y aumentan la hostilidad y la desconfianza frente a los otros. En este sentido los “nacionalismos” secesionistas o sectarios y los “ ísmos” de cualquier tipo son un anacronismo y un peligro, pertenecen al pasado, son la patria de todos los prejuicios y la selva del egoísmo donde la barbarie de la fuerza bruta sustituye el cultivo de la palabra cabal que se comparte: el diálogo. Que no solo de pan vive el hombre.

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