Un
chaval de quince años me hizo una entrevista sobre la Guerra Civil.
Como él hicieron a otros tantos viejos o viejas parecidas
entrevistas sus compañeros de clase.
Me dijo que es así como
estudian historia, acudiendo primero a las fuentes orales y
tejiendo después en común su propio relato. Magnífico, le dije,
felicita a tu profesora. La historia que fue no hay quien la haga: es
la que fue, pero hay que interpretarla. Y para eso, antes hay que
escucharla. Lo que tienen que inventar los jóvenes es la que queda
por hacer, y hacerla de verdad cuando les toque. No para contarla,
sino para que no se avergüencen de lo que hicieron y sus hijos
también puedan hacerlo. Escuchar a los otros, a todos, no solo
sirve para contar, es también necesario para actuar cuando llega
el momento. Los políticos del cambio deberían saberlo.
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