ACORDES Y ACUERDOS
El sábado 16 de enero
asistí a un concierto en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza.
La Joven Orquesta Nacional de España, dirigida magistralmente
por G. Pehlivanian, interpretó la obra de José Peris
“Variaciones sobre una Pavana de Luys de Milán” y la “Séptima
Sinfonía”- del Opus 60, “Leningrado”- de Shostanakovich. En
música me considero profano: un lego de la calle o prosélito de
la puerta sin iniciar, como todos los niños españoles de mi edad
educados en una escuela donde aquella tampoco entraba.
Mi relación
con la música no ha pasado de ser una experiencia colateral desde
la infancia, lo lamento. En Munich donde coincidí unos años a
mediados de los cincuenta con José Peris Lacasa y Rafael Frübeck
de Burgos en el Colegio Español -la residencia universitaria
recién inaugurada en Dachauerstrasse 145- nos preguntaban por el
instrumento que tocábamos y yo respondía, avergonzado, que ni la
flauta por casualidad. Y obviamente, los alemanes se extrañaban.
El maestro José Peris es de Maella y yo de Favara, los dos nos
bañamos en el mismo río y hablamos la misma lengua materna en
sendas variaciones vernáculas. Pero cuando yo canté misa en la
iglesia de mi pueblo, hacía tiempo que él tocaba ya el órgano en
la parroquia del suyo.
Hoy pienso que las
personas se entienden hablando, que nadie escucha si no responde y
que la palabra y la música - aunque distintas- vienen del silencio.
Ya se diga o se toque, se rece solo o se cante, la palabra y la
música se escuchan , a diferencia del grito y del ruido que se
oyen solo y ensordecen. Lo último que oímos antes de entrar en el
Auditorio fue por cierto el griterío de la Romareda y lo primero
que escuchamos, ya sentados, antes de empezar el concierto, fue:
“Apaguen los móviles, por favor”.
En eso “pensaba”
precisamente sin pensar – o mejor lo “sentía”, ahora que lo
pienso - cuando escuchaba lo inefable. Cuando el sonido nos
envolvía, nos acogía, y nos llevaba a los presentes para
recogernos como gotas en el mismo mar donde late el silencio y nos
conmueve, esa inmensidad.... Codo a codo el uno con el otro, José y
José, nos encontramos en el Auditorio después de muchos años. Y
con nosotros y todos los otros, que estaban allí presentes -eso
creo-, desee encontrarme en un nosotros cada vez más amplio. Y
pensé de pronto en un instante – o eso pensaba sin discurrir,
atento y atónito, como se piensa en todo sin hacer cuentas- que la
música era la voz del silencio que llama y se deja escuchar por
cuantos se abren y entrando en ellos los desborda. Pero esa voz,
con ser mucho, no pasa de ser un medio necesario para acceder a una
experiencia estética del sentido de la música. Mientras que el
sentido de la vida se manifiesta y se siente en la vida misma ,
cuando la pregunta que somos nos lleva y se lleva con
responsabilidad, cuando la mantenemos abierta -sostenida- y nos
sostiene, en la vida que responde y se desvive, la que se da y se
recibe en la convivencia: aquí. Sin andar por ahí como la gente que
está demás en todas partes y nunca donde se necesita, o como
algunos políticos que también están en la higuera o en el
mercado. Ya griten los hinchas en las gradas o los diputados en los
escaños, es una barbaridad. No es estar aquí. Aquí es el lugar de
la responsabilidad. Estar en el parlamento si no se escucha es lo
mismo que estar en un auditorio con el móvil encendido. No basta con
asistir a un concierto y , menos aún, al parlamento si no se
responde buscando un consenso.
Concierto y consenso,
acorde y acuerdo, concordia, recuerdo...., buenas y hermosas
palabras. Recordar es traer al corazón abierto: no al hoyo ni al
bollo, ni cada cual a su bola -que eso sería egoísmo cerril- sino
al abismo insondable que nos reúne, las diferencias y los
problemas del mundo en que vivimos. Para resolverlos humanamente.
Que eso es altruismo que se abre, cordura, sentido común y
voluntad de llegar a un consenso: concordia, para convivir en paz y
buena compañía.Y lo contrario rencor y obcecación, ganas de
enredar y de ganar, violencia y guerra.
En una
sociedad competitiva en la que importa más saber hacer cualquier
cosa y saber vender lo que se hace que saber vivir humanamente, se
antepone al bien común la ganancia privada de los individuos y la
estrategia de los partidos que luchan por el poder al buen gobierno.
El egoísmo salvaje es como simiente sembrada a voleo en todo el
mundo y la cosecha en el campo de la política, aquí y ahora, es
en España sin ir más lejos la crisis que padecemos. De la crisis
de gobierno no se saldrá con otras elecciones. Hace falta una
elección más radical.
22-1-2016
De mis PEnSADFILLAS (Cfr. , supra , cap.23)
22-1-2016
De mis PEnSADFILLAS (Cfr. , supra , cap.23)
El eco del silencio
La música acontece
en el tiempo.
Igual que la palabra
que sale del corazón,
existe en el habla
y alcanza
su perfección
en quien la escucha
y la recoge entera
en el recuerdo.
La música resuena
sólo a la vez en un momento
cuando descansa
y reposa - ¡ay! - en el silencio
No hay comentarios:
Publicar un comentario