PARA COMENZAR
A diferencia de la
naturaleza que no hicimos los hombres, la historia es la que hacemos
para bien o para mal. El tiempo de la naturaleza es cíclico, se
repite, vuelve año tras año y es por tanto previsible. Salvo que
el hombre comprometa en su historia a la madre naturaleza, lo que
pasa una vez sigue pasando otras veces sin que nada nuevo suceda
bajo el sol. “Cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento”,
como dice el refrán.
En todo caso lo que pasa de suyo en la
naturaleza se deduce obviamente de lo que hay y es siempre lo que
tenía que pasar naturalmente. La naturaleza evoluciona o sucede,
pero solo el hombre comienza y la historia acontece. En su libro La
condición humana (Chicago 1958,
traducido al castellano y editado por Paidós en 2001) escribe
Hannah Arendt: “El lapso de vida del hombre en su carrera hacia la
muerte llevaría inevitablemente a todo lo humano a la ruina y
destrucción si no fuera por la facultad de interrumpirlo y comenzar
algo nuevo, facultad que es inherente a la acción a manera de
recordatorio siempre presente de que los hombres , aunque han de
morir, no han nacido para eso sino para comenzar” ( p. 265 )
Afirma seguidamente que “sólo la plena experiencia de esta
capacidad puede conferir a los asuntos humanos fe y esperanza ….”;
para concluir el párrafo diciendo que “esta fe y esperanza en el
mundo encontró tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en las
pocas palabras que en los evangelios anuncian la gran alegría: Os
ha nacido hoy un Salvador”(
Ibídem, p. 266)
El mensaje de la Navidad poco tiene que ver con las fiestas paganas
del solsticio. El “tizón” o “tronc” del “caga tió” no
tiene ninguna gracia si se queda en eso, en la repetición o en la
magia de los tres golpes hasta salte la chispa y prenda otra vez el
fuego del hogar para que siga y dure el “sol de la casa” un año
más y así uno tras otro hasta que ese mundo se acabe y no quede en
ella “ni foc, ni fum, ni cendra calenta” como decimos en mi
pueblo. Eso es -con perdón- una cagada: lo previsto después del
consumo de los bienes perecederos, de los regalos que nos venden y
de la historia cuando tampoco la hacemos. Como todos los años entra
en juego en esa coyuntura ritual la lotería: si el tizón en
versión pagana conjura la necesidad de la casa, el azar de la
lotería la remedia donde toca. Pero este año se entromete en dicha
conjunción la campaña electoral.
La acción humana que interrumpe el lapso de la vida es una
actividad que distingue Hannah Arendt de “la labor del cuerpo y
del trabajo de las manos”. Aquella está al servicio de la vida, la
mantiene y satisface las necesidades básicas proporcionando al
cuerpo bienes de consumo.
Mientras que el “homo faber” con su trabajo domestica la
naturaleza, construye un un mundo en el que habita y lo llena de
herramientas que fabrica. Pero la acción no hace cosas, es más
bien lo que hace el hombre entre los hombres y con ellos : insertarse
en el mundo humano y ocuparse de los asuntos humanos, comenzar,
tomar la iniciativa y la palabra. No es poner algo en el mundo sino
ponerse y exponerse alguien en la esfera pública. Es acción
política, desde la libertad. Porque el hombre es un principio y, si
queréis un principiante por el hecho de haber nacido. Pero no un
producto, ni un artículo de consumo.
En
Navidad celebran los cristianos el nacimiento de Jesús de la
estirpe de David, como retoño sorprendente de un tronco seco sin
obra de varón. Un milagro sin precedentes. Ojalá que en estas
Navidades salga de las urnas un gobierno de principiantes. Un poder
nuevo nacido de la acción de todos los ciudadanos, no de la rutina y
del consumo de la historia. Ni del azar o la necesidad, sino de la
libertad y de la responsabilidad. Un gobierno a la altura de las
circunstancias, que sea capaz de afrontar el futuro no tanto con
nuevas leyes sino con decencia y coraje para cumplirlas, para hacer
lo prometido y lo que exige la situación. Capaz de aproximarse a
los otros y aproximarnos a todos en un nosotros cada vez más
amplio, paso a paso. Para comenzar, que todo es camino y el camino
se hace al andar....hasta llegar juntos a la casa de todos. Hoy es
el día en el que no podemos permitirnos el parto de los montes. Ni
un gobierno que se meta después en el agujero.
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