EPULÓN NO SE
ENTERA
Próximamente,
del 30 de Noviembre al 11 de Diciembre, se celebrará en París
la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Una
vez más es de temer que los grandes países presionen a favor del
uso de los combustibles fósiles. Como las grandes empresas que no
tienen patria, así las grandes potencias mundiales.
Unos y otros,
cosmopolitas apátridas y metropolitas a ultranza - los poderosos de
este mundo- son los que más contaminan, sacan los mismos humos y
defienden con igual ambición sus propios intereses con muy pocos
escrúpulos. Esa es la verdad. Y el problema de fondo no es el
cambio climático - que eso es la consecuencia- sino el clima
político y cultural que no cambia: el régimen general establecido
que pesa como una losa sobre la Tierra. Porque esa es la causa, o
la pertinaz sequía de valores inmateriales. Si en esta situación y
con ese clima hay que elegir entre Dios o el Dinero..., lagarto,
lagarto. Dios ha muerto, según se dice. Y en cuanto al Dinero, pues
eso: que sigue vivo y coleando por ahí sin que nadie lo mate. ¿Dónde
está San Jorge? Pobre Tierra si el Dinero manda. ¿Pero qué
importa? Si Dios ha muerto, el hombre al bollo. Total, para
cuatro días que vive uno....
Los que más tienen en este mundo tienen suficiente para lo que les
queda de vida, creen que el peligro no es inminente y no les
preocupa que venga después de ellos la catástrofe. Y piensan en
todo caso - o eso parece- que sus descendientes siempre podrán
cambiar de casa si es necesario y ocupar otra nueva sin estrenar.
No en vano se anuncia ya como buena noticia que en Marte hay agua.
¡Y que los pobres hereden la Tierra, qué más da!
El
futuro de la “Ecúmene” estará en peligro mientras sea un
inmueble con dos pisos y una falsa sin cobertura moral; mientras
los del Norte vivan bien en el principal, los del Sur malvivan
hacinados en la planta baja o tirados en la calle y no quede nada en
el granero: ni simiente ni esperanza que podamos compartir, y nadie
salvo pájaros de mal agüero que nos dicen: “Eso es lo que hay,
la realidad”. Aunque a ellos ya les va bien la realidad por más
que digan que les pesa, ¡ay!, lo que hay. Y saben lo que dicen, no
en vano son expertos supervivientes y predicadores de la economía
ortodoxa. Pero esto no cuela, no va a misa, y solo los que ya están
bien comulgan con ruedas de molino.
El Norte y el Sur no son topónimos o conceptos geográficos sino
lugares comunes o tópicos que se refieren a los de arriba y a los
de abajo: a los pocos que tienen mucho ( y que habitan
principalmente en las naciones ricas del Norte) y a los muchos que
tienen poco y malviven sobre todo en los países más pobres del
Sur. Pero la desigualdad crece no solo entre naciones sino en todo
el mundo, de suerte que en cada nación hay un Sur ancho que vive
estrechamente y un Norte estrecho que vive holgadamente.
El
Papa ha tenido el acierto de subrayar en su encíclica Laudato
si
“la
íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta”,
entre
el hambre del mundo y la enfermedad de la Tierra. O entre la cuestión
social propiamente dicha y el problema ecológico en sentido
estricto. Piensa Francisco que querer resolver lo uno sin lo otro
es pedir peras al olmo. Si se quieren peras, lo lógico sería
arrancar el olmo y plantar un peral. Y ese es el reto de la actual
situación: elegir entre esto o aquello, entre el olmo y el peral , a
vida o muerte. No hay alternativa: o se resuelven a la par los dos
problemas o ninguno de los dos humanamente. Digo humanamente,
entiéndase bien. Porque es obvio que se puede aliviar a la Tierra
de una carga insostenible, matando de hambre a los que sobran y
hacer que sobreviva la especie en los mejores, es decir, en los más
brutos, a costa de sacrificar la humanidad que nos hace humanos.
Pero esto es una barbaridad que nos devuelve a la selva y nos
degrada. Lo razonable, lo humano, si tenemos corazón y coraje
todavía es aliviar a la Tierra de la tara y de la carga
insoportable que no aguanta, reduciendo el consumo voraz que la
está matando, deteniendo un crecimiento loco, moderando
una movilidad inviable y fomentando un desarrollo humano en valores
no contaminantes. Crecer más en fraternidad, en libertad, en
igualdad... y cada uno en calidad humana. O en sabiduría y en
virtud, en vez de llenar la tierra de basura, los mares de muertos,
y el cielo de chatarra.
Adelgazar un poco en lo material, hacer sitio
a los excluidos de la mesa y ensanchar la mente y el corazón es muy
sano para todos. Sin duda la mejor dieta contra la obesidad mórbida
de quienes se hinchan hasta reventar, la medicina para curar la
enfermedad de la Tierra y una esperanza fundada para los muertos
de hambre. Pero Epulón no se entera.
5-11-2015
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