MÁS CÍNICOS O MÁS
HONESTOS
La buena
voluntad no la producimos en los otros, ni la damos a nadie. ¿Qué
sentido tiene entonces reclamarla a todos sin poder hacer que la
tengan?
Ni la iglesia, ni la escuela, ni la familia, ni los mejores
gobiernos producen la buena voluntad. Un buen amigo nos dará la mano
y acaso el ejemplo. Nunca el empujón. La gente pasa, o no: empuja,
critica, algunos son unos pesados y hasta predican. ¿No es el
espacio público el más duro de los desiertos imaginables para estos
sermones? Hablemos de otra cosa. Y sin embargo hay testimonios de
una bondad ejemplar que se muestra sin imponer nada y que no hace
nada en nosotros salvo comprometernos en lo más hondo. En esa
situación no somos mejores ni peores, esa es la verdad. Pero
también es cierto que ante la bondad manifiesta solo podemos ser
ya más cínicos o más honestos.
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