jueves, 23 de julio de 2015

USAR Y TIRAR

RESCATADO DE LA BASURA

            Ha sido en Madrid, lo encontraron  en un contenedor metido  dentro de  una bolsa de plástico y se sabe ya que se llama  Marcos. No  es el primer bebé  echado a un contenedor, y lo que sucedió en Madrid  pudo  suceder   igual en Barcelona, en Zaragoza  o en cualquier otra ciudad de este mundo mundial y llamarse  incluso como yo mismo, Pepe, o como su hijo, señora, y usted que lo cuide. ¡Qué horror!




Pero no es de eso  de lo que quiero  ocuparme, de un caso o de casos semejantes de los que ya se ocupa  la policía, que para eso está, sino reflexionar  sobre la basura que producimos y en la que nos convertimos  en esta sociedad  de consumo de usar y tirar.  Porque de esos polvos, vienen  estos lodos. Y el consumo que nos deshumaniza, produce la obesidad  mórbida que nos  mata. Esa enfermedad  del cuerpo se  cura  perdiendo la grasa que  sobra. Y siendo del alma, lo indicado sería la virtud de la abstinencia  contra el vicio de la gula. Pero la peste del consumismo, esa plaga que a todos afecta, esa cultura o régimen ya instalado,  ese clima que arruina  no menos  la  salud física que la  moral  de las personas, eso solo se  combate  rescatando  a los apestados  de su adicción y educando a  los niños como personas libres y responsables y  no como clientes o consumidores de   todo lo que les echen, ya sean conocimientos, zapatillas de marca,  chuches o cualquier capricho colectivo.
                Deshacerse de los hijos cuando molestan  o porque molestan  es igual que deshacerse de los padres en vacaciones para hacer un viaje . Da igual que se le deje en urgencias o se descuide al viejo en  una  gasolinera, el pobre, que también eso fue  el caso y la noticia  otros años por estas fechas y no antes cuando se le necesitaba para recoger a los hijos a la salida del colegio. Y es  lo mismo que sentar a los niños delante de una pantalla para deshacerse de ellos o llevarlos a la escuela para aparcarlos, solo por eso; aunque  hay que reconocer  que es menos grave, por supuesto, la  diferencia es meramente cuantitativa o de grado  y todos  estos casos pertenecen a la misma especie. Como deshacerse de una  mascota, gato  o perro, por ejemplo y echarles al monte  para que se busquen la vida que se les niega en casa. Desde un punto de vista cualitativo, la condición de la víctima – ya sea un niño, un viejo, un gato o un perro-  es accidental y no altera la  pertenencia  del caso a la misma especie: siempre  se trata de echar a la basura lo que no usamos después de usarlo.
                Si tenemos en cuenta la nueva religión del consumo,  el dogma que predica y la fidelidad de sus fieles o clientes que comulgan a dos carrillos   con lo que está de oferta en el supermercado,  habrá que preguntarse ya en qué consiste la dignidad o el valor de las personas en una sociedad  donde cada cual va a lo suyo aunque  todos consuman  lo mismo y tiren a la basura lo que nadie quiere; es decir, lo   caducado que no se vende y hasta se prohíbe darlo a los pobres con tal de mantener o subir el precio  a quienes  sí pueden pagarlo. Reducido todo a una mercancía de usar y tirar, lo que  no sirve en usufructo  va a la basura ya se trate él o de ella en la pareja y hasta de los hijos de ambos, y la dignidad  humana – la esencia que nos humaniza- se evapora. Mientras que  la realidad  contante y sonante, lo que cuenta y agrada,  se impone; es decir, la fuerza bruta individual - no la colectiva en defensa de la  especie  humana  y menos por supuesto de todas las especies o de la madre Tierra-   tira mucho hasta que desfallece al caer  el producto perecedero  por su propio peso. Porque todo tiene un límite y esta  basura, por mucho que se precie, acaba naturalmente en el contenedor.
                Nacer  para consumir es  solo nacer  para consumirse;  no para desvivirse por otros,  que eso es vivir a tope, y lo contrario o morir es lo que nos  pasa. No obstante  como afirmaba  Hannah Arendt  “ aunque todos morimos,  nacemos para comenzar “ y no para acabar. Ahora bien se comienza desde la libertad y la responsabilidad  actuando a sabiendas, pensando  en todos y en todo, nunca  a  tontas y a  locas o llevados solo por el  instinto animal de supervivencia. El amor, a diferencia del instinto, es libre y  comienza desde la libertad.  Cada niño que nace es un  principio, no un producto acabado para el consumo. Rescatar a un niño de la basura es ayudarle a crecer en  libertad y para la libertad. Es rescatar una gota al menos del río que va a parar al mar de todos nuestros mejores deseos. Es salvar y salvarnos para el futuro.
José Bada
20-7-2015





No hay comentarios:

Publicar un comentario