RESCATADO DE LA BASURA
Ha sido en Madrid, lo encontraron en un contenedor metido dentro de
una bolsa de plástico y se sabe ya que se llama Marcos. No
es el primer bebé echado a un
contenedor, y lo que sucedió en Madrid
pudo suceder igual en Barcelona, en Zaragoza o en cualquier otra ciudad de este mundo
mundial y llamarse incluso como yo
mismo, Pepe, o como su hijo, señora, y usted que lo cuide. ¡Qué horror!
Pero no es de eso de lo que quiero ocuparme, de un caso o de casos semejantes de los que ya se ocupa la policía, que para eso está, sino reflexionar sobre la basura que producimos y en la que nos convertimos en esta sociedad de consumo de usar y tirar. Porque de esos polvos, vienen estos lodos. Y el consumo que nos deshumaniza, produce la obesidad mórbida que nos mata. Esa enfermedad del cuerpo se cura perdiendo la grasa que sobra. Y siendo del alma, lo indicado sería la virtud de la abstinencia contra el vicio de la gula. Pero la peste del consumismo, esa plaga que a todos afecta, esa cultura o régimen ya instalado, ese clima que arruina no menos la salud física que la moral de las personas, eso solo se combate rescatando a los apestados de su adicción y educando a los niños como personas libres y responsables y no como clientes o consumidores de todo lo que les echen, ya sean conocimientos, zapatillas de marca, chuches o cualquier capricho colectivo.
Pero no es de eso de lo que quiero ocuparme, de un caso o de casos semejantes de los que ya se ocupa la policía, que para eso está, sino reflexionar sobre la basura que producimos y en la que nos convertimos en esta sociedad de consumo de usar y tirar. Porque de esos polvos, vienen estos lodos. Y el consumo que nos deshumaniza, produce la obesidad mórbida que nos mata. Esa enfermedad del cuerpo se cura perdiendo la grasa que sobra. Y siendo del alma, lo indicado sería la virtud de la abstinencia contra el vicio de la gula. Pero la peste del consumismo, esa plaga que a todos afecta, esa cultura o régimen ya instalado, ese clima que arruina no menos la salud física que la moral de las personas, eso solo se combate rescatando a los apestados de su adicción y educando a los niños como personas libres y responsables y no como clientes o consumidores de todo lo que les echen, ya sean conocimientos, zapatillas de marca, chuches o cualquier capricho colectivo.
Deshacerse de los hijos cuando
molestan o porque molestan es igual que deshacerse de los padres en
vacaciones para hacer un viaje . Da igual que se le deje en urgencias o se
descuide al viejo en una gasolinera, el pobre, que también eso
fue el caso y la noticia otros años por estas fechas y no antes cuando
se le necesitaba para recoger a los hijos a la salida del colegio. Y es lo mismo que sentar a los niños delante de
una pantalla para deshacerse de ellos o llevarlos a la escuela para aparcarlos,
solo por eso; aunque hay que
reconocer que es menos grave, por
supuesto, la diferencia es meramente
cuantitativa o de grado y todos estos casos pertenecen a la misma especie. Como
deshacerse de una mascota, gato o perro, por ejemplo y echarles al monte para que se busquen la vida que se les niega
en casa. Desde un punto de vista cualitativo, la condición de la víctima – ya
sea un niño, un viejo, un gato o un perro-
es accidental y no altera la
pertenencia del caso a la misma
especie: siempre se trata de echar a la
basura lo que no usamos después de usarlo.
Si tenemos en cuenta la nueva
religión del consumo, el dogma que
predica y la fidelidad de sus fieles o clientes que comulgan a dos
carrillos con lo que está de oferta en
el supermercado, habrá que preguntarse
ya en qué consiste la dignidad o el valor de las personas en una sociedad donde cada cual va a lo suyo aunque todos consuman lo mismo y tiren a la basura lo que nadie
quiere; es decir, lo caducado que no se
vende y hasta se prohíbe darlo a los pobres con tal de mantener o subir el
precio a quienes sí pueden pagarlo. Reducido todo a una
mercancía de usar y tirar, lo que no
sirve en usufructo va a la basura ya se
trate él o de ella en la pareja y hasta de los hijos de ambos, y la
dignidad humana – la esencia que nos humaniza-
se evapora. Mientras que la
realidad contante y sonante, lo que
cuenta y agrada, se impone; es decir, la
fuerza bruta individual - no la colectiva en defensa de la especie
humana y menos por supuesto de
todas las especies o de la madre Tierra-
tira mucho hasta que desfallece al caer
el producto perecedero por su
propio peso. Porque todo tiene un límite y esta
basura, por mucho que se precie, acaba naturalmente en el contenedor.
Nacer para consumir es solo nacer
para consumirse; no para
desvivirse por otros, que eso es vivir a
tope, y lo contrario o morir es lo que nos
pasa. No obstante como afirmaba Hannah Arendt
“ aunque todos morimos, nacemos
para comenzar “ y no para acabar. Ahora bien se comienza desde la libertad y la
responsabilidad actuando a sabiendas,
pensando en todos y en todo, nunca a
tontas y a locas o llevados solo
por el instinto animal de supervivencia.
El amor, a diferencia del instinto, es libre y
comienza desde la libertad. Cada
niño que nace es un principio, no un
producto acabado para el consumo. Rescatar a un niño de la basura es ayudarle a
crecer en libertad y para la libertad.
Es rescatar una gota al menos del río que va a parar al mar de todos nuestros
mejores deseos. Es salvar y salvarnos para el futuro.
José
Bada
20-7-2015
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