sábado, 4 de julio de 2015

DESDE CANDASNOS

DE MIS SOLEDADES VENGO




De vez en cuando estoy solo, como todos. Hoy es la vez para mí, y el cuando ahora mismo que termino de escribir esta línea. Rodeado de libros que no voy a leer para distraerme; en esta casa sembrada de recuerdos pero no llueve; después de la siesta excesiva hasta las cinco pero no duermo; conmigo mismo inaguantable, aquí, sin cita este domingo de verano en vacaciones, estoy solo y aprovecho para pensar en la soledad.



Qué pesado, diréis; pero es mi remedio y mi venganza. Mi remedio, pues me doblo al pensar y esto parece otra cosa. Y mi venganza, pues pienso al escribir que somos tres por lo menos y quizás más los que podemos aprender y saber lo que es bueno: un viejo que está solo, un autor que lo piensa y tú que lo lees lector amigo.

Siendo joven hace una friolera de años, demasiados que apenas recuerdo, muchos, pero da igual, lo que importa es la experiencia, me rompí la pierna al bajar de un tranvía cuando iba al Goethe Institut a aprender alemán en la ciudad de Munich – o München como dicen allí, o Monaguillo que diríamos aquí- Nunca antes me había roto una pierna – si se la había roto durante la guerra mi hermano, que era el mayor de los cuatro- y al caer al suelo pensé y al pensar, oye, en la pierna, digo, ¡pues que no me dolía!. Y ahora pienso que si eso le pasa a uno, me pasó a mí cuando era joven como bien recuerdo - y les juro, aunque no hace falta porque todos los saben, que los recuerdos aún duelen menos- ¿por qué diantres no puede un sujeto aliviarse de la soledad que le duele pensando en ella objetivamente? El punto de vista de la observación, al distanciarse de la realidad, actúa como un analgésico.

En cuanto a la venganza, he de confesar que no es un buen consejo. Nadie aprende lo que es bueno – en el sentido moral de la palabra - si se distancia del sufrimiento de los otros, ni lo remedia por supuesto. Por otra parte renuncio a dar consejos y a enseñar a nadie lo que es bueno – en otro sentido,claro- o qué sea la soledad de un pobre viejo. Nadie aprende en cabeza ajena, aprende acaso en la propia y duele menos si lo piensa. Lo aseguro. Ahora mismo, al estar ocupado pensando en ella me duele menos la soledad sobre la que escribo. La supero, o sobrellevo mejor. Y declaro que soy un afortunado. Y deseo que pongan los ojos y algo más en otros viejos, que yo me defiendo y tengo amigos más de los que merezco.

  En cuanto al sufrimiento de los otros no es honesta una actitud contemplativa. Quiero decir meramente estética - ¡qué horror!- o especulativa aunque no sea en sentido pragmático - ya saben, que es el horror de los horrores explotar a los que sufren- sino en sentido teórico de ver y no tocar. Porque es la compasión, no la distancia, lo único que humaniza a quienes se acercan aunque les haga sufrir algo y lo que alivia mucho, todo lo que es posible, el sufrimiento de los otros.

Vivimos en un mundo con mucha prisa, andamos - mejor, corremos- ocupados cada quien en lo suyo. Aparcamos a los niños , cada vez menos, y a los viejos que son cada vez más. La rigurosa actualidad, el presente, ordena y manda: los niños pueden esperar ...a los abuelos, que los padres trabajan y si no trabajan bastantes preocupaciones tienen. Los que no compiten aún y los que ya no compiten, los viejos, quedan al margen. Los demás corren cada vez más deprisa sin saber a donde. ¿Cuándo nos paramos a hablar? Quiero decir unos con otros, todos nosotros. No con las mascotas – sí, digo bien, hay quien habla más con su mascota que con los niños- sino incluso con los viejos que son unos pesados y con los hijos. Por cierto observo que los niños con tal de no espantarlos se acercan a los viejos: “¿Tú vas al cole?”, me preguntó una mocosa que se acercó en el parque para hacer como yo la bicicleta. Salir , distanciarse de sí, y acercarse a los otros es muy sano. Esto no se aprende en la escuela, se aprende en la vida con el tiempo. Lo contrario, distanciarse de los otros y sentir solo lo que uno siente es hundirse en la miseria y sufrir más de lo necesario. A la mocosa del parque le queda mucho que aprender, pero tiene mucho tiempo. A mi también, pero me queda poco.

          27-6-2015

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