CUIDEMOS LA CASA *
Este
argentino que anda como Pedro por su casa apagando las luces de los
pasillos en la residencia de Santa Marta, este “principiante”
que no “príncipe de la Iglesia” - obispo de Roma y , por tanto,
“colega” de los obispos- el papa Francisco, nos ha enviado
una carta a todos los habitantes de la Tierra , a todos los vecinos
de esta casa común que tenemos bastante descuidada.
La he leído y
aconsejo a todos que la lean. Su título Laudato si ` , lo
toma del “Cántico de las criaturas” compuesto por San
Francisco de Asís en dialecto umbro con algunos términos latinos y
toscanos a finales de 1224 poco antes de morir. Inspirado sin duda
por el santo cuyo nombre no lleva en vano, llama a todos a cambiar
nuestra forma de pensar y a reconciliarnos con la hermana Tierra,
sin olvidarse de los pobres - sus herederos a pesar de ser
relegados en los bajos- ni de los ricos que la ocupan y la ensucian
más que nadie en el principal que la perderán como todos, qué se
han creído, si todos la descuidamos: unos tirando piedras sobre el
tejado -los desahuciados de este mundo- y los “okupas"
desde dentro si la convierten en una pocilga. Porque nadie puede ni
debe ya, a estas alturas, usar y abusar de la Tierra sin pagar por
ello.
La
carta va dirigida a todos porque a todos nos concierne. Por
supuesto que quien la escribe no se despoja de lo que representa ni
esconde el Evangelio bajo el celemín, pero sabe y admite que nadie
está obligado a abrazar su fe ni la opinión de cualquier otro
aunque uno sea católico y el otro el Papa. De la misma manera que
sabe y espera que nadie se dispense de escucharle porque crea que
el Papa, ese cura, obispo o persona a secas no piensa como uno
mismo. ¿Hay un modo más estúpido de perder el tiempo que escuchar
solo al que piensa como nosotros?
Por
eso se dirige a todos, para hablar con todos de algo que a todos
concierne y participar en un debate que ninguna persona responsable
puede eludir. Y de eso, más que de los contenidos, quisiera
ocuparme hoy precisamente. Porque hay un laicismo sectario que se
parece mucho a un clericalismo dogmático, y me temo que unos por
otros quede la casa sin barrer. Por otra parte hay ateos de
calidad sin duda alguna y creyentes de verdad que pueden y quieren
conversar y convivir, personas responsables y sin prejuicios
dispuestos a escuchar a todos y a colaborar con todos en la práctica
, en buenas prácticas ecológicas, cualesquiera sean los motivos que
tengan y les lleven a comprometerse con la vida en el planeta y del
planeta que habitamos.
En
este mundo mundial estamos condenados – mejor ,llamados- a
entendernos. Lo que no será posible si no salimos de casa, del
grupo y de la tribu, de la calle o del barrio, para entendernos en
la plaza pública en lo fundamental sin romper las farolas y
respetando el alumbrado público: la razón común o razón humana.
Dejando atrás las creencias y las opiniones personales; es decir,
sin ir con ellas por delante ni imponerlas a nadie. Pues todo lo que
no se impone y se expone a la crítica de los demás cabe en esa
plaza. Más aún, conviene a todos que así sea si no queremos que
ese espacio para el encuentro, para el diálogo y para el comienzo
de una historia en común, se convierta en una plaza vacía - como
mercado desabastecido- o lo que es peor: en una pirámide que lo
llena todo, donde se pudren los muertos y no viven los hombres. La
plaza no es el acabose , es el principio. Como la libertad, que no
vive bajo la losa de una tradición muerta. Ni comienza sin el
aliento de una tradición viva que nadie impone -o de muchas-
llegados a la situación límite de un mundo mundial sobre la misma
Tierra.
La
razón instrumental o técnica que solo entiende de medios sin
pensar en los fines, sometida a una política que no piensa en todos
ni en la casa de todos y ésta a su vez a la economía que explota
la Tierra sin contemplaciones en beneficio de unos pocos, acabará
con todo fatalmente de seguir así con con tanta eficacia. La
alternativa es entrar en razón, que ya es hora, pensando en todo
y con todos.
Dedico
mi artículo a un Papa que se moja en lo importante, y lo escribo en
un país donde apenas se le oye como quien oye llover. O eso parece.
23-6-2015
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