Hace tiempo, más de un
año probablemente, que tengo sobre la mesilla de noche un libro de
J.B. Metz que había leído ya en 1964 y hojeado/ojeado después
ocasionalmente, hasta que lo dejé donde hoy lo encuentro.
Hace un
año que guarda silencio, como todos los demás cuando yo duermo,
cuando escucho a otros y si ando metido en otras ocupaciones. Allí
estaba como Lázaro en su tumba, lo he abierto y ha comenzado a
hablar. Al cerrarlo de nuevo, ha caído al suelo la nota de la
librería de Innsbruck, Felizian Rauch Buchhandlung, donde lo compré
hace medio siglo . En la cara de esa nota figura el título del
libro,el precio, la fecha de adquisición y al pie: “Gracias por su
compra”. Y en el reverso un pensamiento que dice:
“ Los buenos libros son con
frecuencia mejores amigos que los hombres, ya que hablan solo si
queremos y callan cuando tenemos algo mejor que hacer. Siempre dan
y nunca exigen” (Freiherr von Münchhausen)
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