HOMO VIATOR
No somos estatuas, ni
estamos ahí como las piedras. No tenemos raíces, ni vegetamos aquí
como las plantas. No nos movemos de un lugar a otro como los
animales en busca de alimento y de pareja para vivir solo como uno
de tantos individuos a fin de asegurar la reproducción y la
supervivencia de la especie a la que pertenecen. El ser humano más
que estar en sí mismo y subsistir como especie en la naturaleza,
más que insistir en ello o consistir con otros, se distingue
porque existe y coexiste como ser abierto en un mundo abierto.
Porque sale y trasciende de sí mismo como persona.
Es lo que
significa “existencia” en la jerga de los filósofos. Para
quienes la vida humana y la
historia propiamente dicha es un trance o transito, y el hombre un
caminante que trasciende. Una y otra es el camino que recorremos
con un pie en el suelo y otro en el cielo - o en el aire- paso a
paso, llenando el tiempo y sacando del pasado la experiencia. El
pasado que pesa y pasa, y dura en sus consecuencias; el pasado en el
presente - lo que queda de él – es una carga cuando hay que
superar lo que hemos llegado a ser para salvar lo que somos y lo que
podemos ser todavía, y la inercia que nos empuja hacia abajo cuando
cae por su propio peso y retrocede.
El ser humano más que
insistir es el que existe,el que sale y camina: es “homo viator”.
O también una pregunta abierta. No una pregunta retórica, la que se
hace por demás y se abandona, como aquella que hizo Pilatos a
Cristo: “¿Qué es la verdad?” - le dijo- y la dejó caer sin
esperar respuesta. Sino una pregunta seria, necesaria, inevitable:
no un tema de conversación - académico o tertuliano- sino el
problema. No lo que pensamos sobre la vida, sino la vida misma o la
pregunta que somos y en que nos va
la vida. Me refiero a la pregunta en la que nos entendemos incluso
cuando nos mal-entendemos o nos des-entendemos de nosotros mismos,
que es la peor manera de entenderse …a sabiendas. O con mala
conciencia. A la pregunta que no cesa, ya sea reprimida o mantenida.
Conocida siempre y consabida, aunque no reconocida.
Preguntar esa pregunta
responsablemente es reconocer, de una parte, que nos importa lo que
entendemos y sabemos por ella misma: lo suficiente para poder
preguntar que el sentido último de la vida no está en nuestras
manos y, de otra, la necesidad de mantenerla abierta para llegar a
saber lo que ignoramos si es que llega lo que está por ver y por
venir: ya sea el silencio o la respuesta.
Hay ateos de calidad, no dogmáticos,
que mantienen la pregunta abierta. Y creyentes a granel, que la
tienen cerrada a cal y canto. Yo llamaría a los primeros creyentes
en la práctica, es decir, abiertos y en camino, compañeros de
todos los que caminan y buscan, y algo saben: que no son Dios por lo
menos, si es que existe como creen los creyentes de verdad. Y a los
segundos o creyentes a granel, les llamaría meramente religiosos o
ateos en la práctica, pues dicen tener la respuesta y a Dios de su
parte sin duda alguna pero se engañan.
Ser como Dios es la tentación de unos
y otros, de los ateos dogmáticos y de los creyentes fanáticos: unos
se endiosan y se cierran en banda, otros tienen a Dios en el
bolsillo; aquellos no lo necesitan y éstos lo domestican y se lo
apropian. Unos son la cara y otros la cruz de la misma moneda. Unos
y otros son en la práctica como si fueran dioses; qué digo dioses,
como si fueran el mismo Dios. Por eso son incompatibles y no caben
en el mismo mundo. Cuando se habla de intolerancia y de guerras de
religión hay que pensar en esa moneda, en esa cara y en esa cruz, y
no solo en las religiones monoteístas que se disputan el nombre de
Dios en vano.
Mantener la pregunta abierta en la
práctica es caminar con esperanza. ¿Es eso creer? Es creer al menos
que no somos Dios y renegar de los ídolos que quieren serlo. Es
entrar en relación con todos los compañeros de viaje, compartir el
bocadillo o el viático - si se quiere- y en todo caso la palabra,
el diálogo, y entrar en comunicación o comunión sobre la base de
un consenso mínimo: con un pie en la tierra - en lo que sabemos al
preguntar- y otro en el aire o en lo que ignoramos al tener que
hacerlo.¿ Fe o no fe ? En todo caso fe imperfecta si esa pregunta que
compartimos y nos abarca a todos no se traduce en un abrazo
fraterno que no deje a nadie al borde del camino.
José Bada
13-4-2015
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