viernes, 20 de marzo de 2015

EL MERCADO POLÍTICO


OTRA VEZ EN CAMPAÑA




Cojo un taxis en la plaza de Europa para ir al centro de la ciudad, subo y me abrocho el cinturón como está mandado [Por cierto, me pregunto si no es posible equipar a los taxis con cinturones menos incómodos para el cliente y más fáciles de abrochar o si fueron también homologados por la autoridad competente que ordenó su uso] y llego a la plaza Paraíso en cinco minutos en los que mantengo una interesante conversación con el taxista a propósito de la campaña electoral que no cesa y nos persigue: “¿Quién es ese?”, le pregunto. “No lo sé ni me interesa, es un político, ha entrado por la emisora que acabo de conectar”. Y nos liamos a hablar sobre la corrupción que apesta, los partidos que prometen, las elecciones que se acercan y las dudas de la gente. “Porque a los partidos de siempre ya los conocemos por desgracia -me dice- y a los nuevos, pues qué quiere que le diga, yo pienso que no tienen experiencia, no conozco aún sus programas y no creo que puedan hacer de verdad lo que prometen”




Una campaña electoral es como todas las campañas comerciales, solo que los partidos venden promesas a cambio de votos. Los candidatos compiten entre sí con otros representantes para llevarse el gato al agua y el agua a su molino, es decir, la mayor parte de la clientela a su partido. Antes de acceder y para acceder como diputados o representantes en el parlamento, de sentarse en los escaños o en los sillones del gobierno, han de actuar como representantes comerciales y moverse mucho en la campaña. Algunos pocos menos conocidos serán la percha y la cara, el escaparate y la presencia del partido o de la marca que se quiere vender. Otros, si no la mayoría, no venderán solo artículos de la casa y entrarán en el paquete de la oferta como los malos actores que se venden a sí mismos aprovechando el papel que representan en el escenario. De todos modos,sea la primera o la segunda intención la predominante: vender el programa del partido o venderse el personaje, que no el papel, en una campaña todos los representantes son comerciales.



Y como el tiempo es oro o su equivalente en votos hay que aprovecharlo, no para dar explicaciones ni hacer debates sino para hacer negocio: dejando la letra pequeña en los papeles y la grande en las paredes y en los titulares, o fijando sobre todo una buena imagen en las vallas y en las pantallas. Lo que importa no es convencer sino vencer o ganar y, por tanto, persuadir o seducir a los clientes, derrotar a la competencia y hacer caja. Y para eso hay que estar y llegar a todas partes, como en la guerra, ocupando el territorio. Escuchar, deliberar, dialogar, participar, pensar....., eso hay que dejarlo a un lado cuando se está en campaña y se supone que los militantes y los candidatos para entonces ya lo tienen todo pensado. En cuanto a los clientes , los electores, ¿acaso no tienen bastante con un día de reflexión? Pues eso.



Además, si la gente no puede entenderlo todo ¿ por qué se critica que se desentienda de lo que no puede entender? De hecho pasamos de muchas cosas que nos conciernen y dependemos cada vez más de expertos en la materia. Todos los profesionales defienden el ámbito de su competencia contra los intrusos, alegando incluso que lo hacen pensando en sus clientes, y no les falta razón por ejemplo cuando se trata de la atención sanitaria. Y si eso es lo que hacemos cuando nos va en ello la salud o la educación de los hijos, ¿por qué ha de extrañarnos que la gente se desentienda de la política? ¿Y por qué se critica a los políticos que se hacen cargo de lo que

se desentienden los ciudadanos? Y por último ¿no será ese comportamiento de la gente comprensible y funcional para el gobierno en sociedades complejas? Quizás, más de uno lo piensa.



No obstante hay razones en favor de una democracia deliberativa en la que participen más los ciudadanos. Y no hay ninguna que yo sepa que justifique la conducta habitual de los políticos que solo se acuerdan de los ciudadanos cuando les piden el voto en las campañas a fondo perdido. O cuando desde el gobierno les llaman a participar, ellos que sirven al pueblo soberano, en vez de escucharles que es lo que deberían hacer todos los días. Me resulta tan extraño, por no decir absurdo, como lo sería que la chacha pidiera a la señora participar en las tareas domésticas. Lo que tienen que hacer los políticos es preguntar al pueblo y, por supuesto, responder a todas las preguntas de los ciudadanos. ¡Basta ya! En vez de hacer encuestas, los que gobiernan tienen que responder a los ciudadanos que preguntan. Mientras solo les pidan el voto y el aplauso, crecerá la desconfianza de los ciudadanos en sus representantes. Termino este artículo cuando el Ebro, que ha sacado pecho, ha a vuelto a su cauce. Y con el deseo de que la riada de las elecciones no se lleve la poca esperanza que nos queda.



José Bada

17-3-2015


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