PODEMOS, CLARO
Ese no es el tema.
Poder, lo que se dice poder, hay que ver lo que podemos. Nunca
tuvimos tanto poder sobre tantas cosas, sobre la naturaleza entera
y sobre nosotros mismos. Podemos llegar hoy a la Luna y más allá,
prolongar la vida, cambiar de sexo y producir niños a la carta.
Podemos , si queremos, acabar con el hambre en el mundo. Vivir en
paz y dejar vivir, perder peso que es más sano y crecer en sabiduría
y en virtud que es más ecológico. Y hasta podemos, si queremos ,
no hacer nada y dejar que todo siga igual aunque no por los siglos
de los siglos. Porque somos mortales y todo tiene un límite. Y
hasta la naturaleza se acaba y la misma historia, más pronto que
tarde, si consumimos aquella y no hacemos ésta responsablemente
para mejorarla. Por tanto, ese no es el tema.
Ni tampoco querer,
sino querer lo que debemos. Aunque bien pensado ese es ya el
problema y no el tema de un artículo, de un libro entero ni de
todas las tertulias en las que se habla de todo y sobre todos sin
que haya en ello nada personal. El tema de este artículo es la
responsabilidad en la que se piensa poco. Se trata solo de eso.
Pero asumir la responsabilidad y querer lo que se debe, eso es
harina de otro costal en la que pensamos sí , como no puede ser
menos, pero sin entrar en el saco y meter las manos en ella. Lo que
no significa , por otra parte, que nos aliviemos del problema
hablando sobre ese tema.
Las cosas no piensan,
están. Las plantas vegetan sin enterarse. Y los animales viven y se
mueven sin pararse a pensar. ¿Qué es la naturaleza sin el
pensamiento? ¿Una palabra que nadie escucha, un texto que nadie lee?
Todo lo que es da que pensar, y lo que más da que pensar es
precisamente que nosotros -que podemos- “todavía no hemos llegado
a pensar en lo más digno de ser pensado” (Heidegger). La verdad
del ser, el ser como verdad que se presenta y la presencia de su
ausencia en un mundo que no lo piensa - el ser ahí desatendido-
reclama hoy más que nunca su atención y su cuidado. El hombre es
“el pastor del ser” (de nuevo, Heidegger) aquí - en el mundo,
claro- del ser en su totalidad que se encomienda a nuestro cuidado.
Si todo lo que es debe ser atendido -es decir, lo que se ofrece
delante de nosotros - con mayor razón deberíamos pensar los unos
en los otros y atendernos: cada uno según su poder debería
cuidarse de sí mismo, de la casa que habitamos -de este mundo -
y de todos sus habitantes, sin olvidar a las víctimas que fueron –
hay una justicia pendiente y “hemos sido esperados sobre la
tierra” para que se cumpla , como decía W. Benjamin- ni a los
que han de venir todavía mientras haya esperanza en ciernes a
verificar.
Atender, escuchar,
pensar, tratar de entender y cuidar lo que nace, es el camino de la
vida y de la historia. Es emplear el tiempo, y lo contrario
perderlo. Despistarse, salir de ese camino, es igual que andar por
camino trillado: dar vueltas como el trillo, no es salir sino
enrollarse.
En este mundo mundial,
tan complejo, en el que la técnica ha puesto la naturaleza en
nuestras manos, se necesita una ética de la responsabilidad y del
cuidado que ponga a salvo al cuidador y a su rebaño. No basta con
saber hacer, hay que pensar lo que se hace. Ni vale la máxima de
“hacer justicia aunque el mundo se hunda”, sino hacer
precisamente lo que hay que hacer para que el mundo no se hunda y
sea posible más humanidad y más justicia. No hablamos de una ética
al servicio de la mera supervivencia sino de la responsabilidad que
nos hace humanos.
La responsabilidad y la
libertad se dan la mano en ese camino para gobernar un poder
descomunal. Ni la responsabilidad existe donde no hay libertad ni a
la inversa. El prototipo de la responsabilidad es la de los padres
que han de cuidar de sus hijos hasta que puedan valerse. Y a gran
escala la de los políticos que gobiernan a los pueblos que no
engendraron y que les seguirán. Unos y otros han de actuar desde la
libertad y para la libertad. Solo la naturaleza puede dominarse y
aún ésta con reservas, pero los hijos nacen para comenzar y
comienzan como personas adultas. Y los ciudadanos no son súbditos
sino soberanos, eso es lo que creen y lo que deben ser. Necesitamos
padres responsables que confíen menos en la escuela y los
programas, y ciudadanos responsables que confíen menos en los
gobernantes. Esto último, la desconfianza, ya la tenemos. Pero en
España nos falta aún la alternativa: más responsabilidad en los
electores y en los elegidos. Por último, no hay que dejase llevar:
ni tierase al monte como las cabras,que eso es cabreo; ni a las
“chuches” como los niños, que es un capricho.
José Bada
9-2-2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario