Regeneración y corrupción de los “clérigos”
No
es oro todo lo que reluce ni viejo el recienacido que lo parece. Ni
son las buenas palabras las mejores, ni peores si no se venden. En
una sociedad de mercado hay que cuidar las apariencias, y cuidarse de
ellas. Cuando se habla de regeneración no podemos dejarnos llevar
por las apariencias que traen cola ni por la marca de los partidos
con denominación de origen. No es la juventud ni son las siglas, no
son los años ni una larga experiencia lo decisivo. Es la calidad de
la experiencia, que pocos años pueden ser demasiados para ser joven
de espíritu y muchos demasiado poco para saber y emprender la
regeneración que necesitamos. ¿Qué experiencia de gobierno, de
buen gobierno, tienen los políticos que han tenido tanto tiempo
para corromperse con nuestro dinero y corrompernos con sus palabras?
Y del “pequeño Nicolás”, ¿qué me dicen? Que le han sobrado
años para saber demasiado, casi tanto como el diablo con ser más
viejo.
La regeneración política no es en principio un problema de
regeneración biológica. Bien pensado tampoco se resuelve solo votando, sino eligiendo bien a
nuestros representantes. Aunque haya que votar, por supuesto; pero
no a tontas y a locas, sino pensando dos veces a quiénes elegimos
y otras tantas lo que prometen. Sabiendo que votar sera balar y
seguir a los pastores mientras haya ovejas, o dejarse llevar por los
ganaderos al sacrificio.
Para
salir de esta corrupción que nos “corrompe las oraciones” como
decía mi madre - y algo más, ¡ya hiede!-, y habida cuenta de que
nadie escarmienta en cabeza ajena, hay que aprender de la propia
experiencia que suele ser amarga y nada tiene que ver con los
grandes eventos que nos distraen [ ¡ala Madrid, oh - eh, oh-eh,
oh-eh! ] y la rutina que marcha sobre ruedas y nos adormece. Hasta
que pasa lo que pasa y aprendemos de la amarga experiencia.
Me
dirijo a los ciudadanos en general: electores y miembros del pueblo
soberano en pie de igualdad aunque no siempre actuemos
responsablemente. Y me digo y les digo que si queremos que nuestros
representantes sean de fiar y no dejen de serlo a las primeras de
cambio para actuar interesadamente primero como comerciales del
partido y después como representantes autónomos en beneficio
propio, tendremos que elegir sabiendo lo que elegimos. Ya estamos
indignados, ¿ahora qué hacemos? Esa es la cuestión: ser o no ser
ciudadanos activos y responsables. Un pueblo de reyes es lo que
necesitamos. No de caciques, sino de ciudadanos unidos desde la
libertad y para la libertad. Algunos piensan que la monarquía es un
lujo que España puede permitirse, pero la democracia es sin duda la
sustancia que no debería faltar.
En
cuanto a los políticos de oficio pienso que son pocos los que
aprenden de su experiencia: si es buena para todos la recuerdan
para enseñar a los otros, y si es mala para el bien común siendo
buena para ellos la ocultan y tampoco aprenden para el buen
gobierno. Obviamente sacan de aquella todo lo que pueden , y de ésta
no quieren saber nada a no ser que los ciudadanos se enteren y los
castiguen en las elecciones.
La corrupción solo se conoce si huele demasiado, o se filtra en
exclusiva para un medio de comunicación. En este contexto y en la
actual situación se ha dicho recientemente que “los partidos
políticos se comportan como los curas con la pederastia: la
reputación pasa por encima de la persecución del crimen” (J.
Ramoneda, en El País) Pero llegados a este punto no puedo ni
quiero silenciar la gran diferencia que observo entre la
conducta de Francisco - que es un cura de la Iglesia Católica
después de ser cristiano y antes de ser papa- y la de los “nuevos
clérigos” que pertenecen a otras “iglesias” menores, sectas o
partidos políticos y pontifican de casi todo a la luz de la razón
-de la suya- en defensa de la dignidad humana sin sacar la ropa sucia
y lavarla donde todos la vean y la juzguen como merece.
La
noticia hoy no es la pederastia en la Iglesia, es que Francisco no
la encubra y entregue a los pederastas al brazo secular: a los jueces
de este mundo, él que vive en Roma -en una residencia de curas,
donde enciende y apaga la luz de los pasillos- y mira por donde se
entera de lo que pasa en todas partes sin cerrar los ojos como si
el mundo fuera solo un pueblo y el papa el cura de su iglesia. Esa es
la noticia aunque sea buena, y la otra que siendo mala debería serlo
para los medios de comunicación no es tanto la corrupción como la
peste de que la oculten los “clérigos” que mandan en los
partidos.
José
Bada ( 9-12-2014)
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