martes, 30 de diciembre de 2014

EN VISTAS AL FUTURO





ENTREVISTA  
 al comenzar un año imprevisible

Hay dos hechos que llaman hoy poderosamente mi atención en vistas al futuro por el que preguntas: 1) La lucha contra los desahucios y 2) la indignación de los ciudadanos contra los políticos que “okupan” las instituciones públicas.


La plataforma ciudadana de STOP DESHAUCIOS es una prueba de lo que podermos hacer los ciudadanos y un motivo para la esperanza: los bancos se ven obligados a negociar y ceder, no por gusto sino por su propio interés, ante la presión de meros ciudadanos que reivindican para todos el derecho humano a una vivienda.

En cambio la indignación ciudadana contra los políticos corruptos no ha conseguido todavía desalojarlos de las instituciones públicas que “okupan”. El pueblo soberano está en la calle, indignado; pero en la calle. Y los “okupas” siguen dentro de las instituciones. El pueblo soberano debería saber que no todos los políticos son corruptos. Y los que tienen algún poder en los partidos políticos deberían demostrar que no lo son limpiando la propia casa. Como hace Francisco, que está limpiando la Iglesia de pederastas y de clérigos corruptos que ofician sin escrúpulos en beneficio propio.



Las perspectivas de la razón no son buenas. Con lo sencillo que sería acabar con la corrupción si las cúpulas de los paridos no encubrieran a los corruptos. Y si el pueblo soberano transformara su indignación en acción política responsable. Necesitamos más demócratas en todas partes si queremos más democracia, no solo en los partidos políticos sino también en las organizaciones sociales.

Si cada uno va a lo suyo, no llegaremos a ningún sitio que valga la pena. El problema de fondo es por tanto el individualismo exacerbado y la afirmación de la propia identidad individual o colectiva contra los que no son como nosotros. En esta lucha competimos contra los otros para ganar, y no tenemos tiempo para convivir, conversar, fraternizar y compartirlo todo: el trabajo y el sufrimiento, el gozo y la esperanza, el camino y el destino, el pan de cada día y el vino para celebrarlo. Y así crecen las desigualdades: se ensancha el abismo entre los más ricos -cada vez menos en número- y los más pobres que son cada vez más numerosos . Pero la igualdad, que es necesaria, no es suficiente y solo es buena salvando las diferencias en la unión que las reúne y  las comprende a todas y a todos. Desde el respeto, la estima y la deferencia que merecen todas las personas: un montón de individuos iguales, como granos de trigo amontonados, no es ningún modelo atractivo para los seres humanos.













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