A LA MUERTE DE UN
COMPAÑERO
El pasado viernes día 7
por la tarde se celebraba en el Palacio de La Aljafería el "III
Acto aragonés del Trabajo Social: valor, reconocimiento y
compromiso", organizado por el Colegio Profesional de
Trabajadores/as Sociales de Aragón. El domingo por la mañana
tenía previsto visitar con otro a un amigo común que estaba
gravemente enfermo de cáncer en la residencia Fundación Tobías:
Luis Guillermo Betés Palomo, sacerdote adscrito a la parroquia de
Na. Sa. del Rosario en el barrio de La Almozara de Zaragoza. No fue
posible. Por la mañana una sobrina mía amiga de otra suya - Gloria
- que le había dado la triste noticia, me llamó para decirme que
había fallecido. Y el lunes lo enterramos.
Hacía muchos años que
no veía a tantos curas juntos presididos en la celebración de los
funerales por el Sr. Arzobispo. Luis, el sacerdote "adscrito"
a una parroquia de barrio, comenzó su carrera profesional siendo
"coadjutor" en otra de pueblo y hace muy poco - en mi
última visita a la residencia donde murió- me recordaba que nunca
tuvo ocasión de ascender más alto en la jerarquía. Debo decir no
obstante, en honor a la verdad, que tampoco lo pretendió. De raza
le viene al galgo, pero Luis no era de esa casta para hacer carrera.
Coadjutor significa exactamente ayudante, y eso es lo que fue
Luis: siempre dispuesto a echar una mano en lo que consideraba una
buena causa, y nunca a dar codazos. Durante muchos años colaboramos
juntos en "Eucaristía" -que se publicaba sin bendiciones
ni aprobación eclesiástica- los dos solos en la redacción y, en el
diseño de los carteles con otro amigo que también se fue: Pepe
Aznar.
Al fallecer José Manuel
Arenal - otro amigo sacerdote y médico que promovió la
organización Medicus Mundi en Zaragoza- siendo a la sazón
director de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de San
Vicente de Paúl, Luis, que ya colaboraba con él en la misma
empresa y , se hizo cargo de la dirección hasta que se cerró a
mediados de los noventa. Desde el principio ejerció la docencia
como profesor de Sociología en la Escuela y dejó muchas alumnas y
alumnos que aprendieron, sin duda, de su talante y de sus
conocimientos. Veinte años antes aproximadamente, le echó una mano
a A. Alcalá, el editor de La Restitución del Cristianismo,
traduciendo el texto latino de la obra magna de Miguel Servet por
vez primera al castellano. Fue también profesor del Seminario, del
que salieron muchos líderes de la izquierda aragonesa que tampoco
hicieron carrera política como era previsible y después se ha
comprobado. Movido siempre por el aire del Vaticano II, se alegró
por fin al comprobar que ha vuelto de lejos con Francisco el
espíritu del Papa Bueno como llamábamos en vida Juan XXIII.
Luis no fue un perdedor
ni un ganador, ni pastor propiamente dicho y menos aún ganadero.
Tampoco fue una oveja y menos una oveja perdida. Fue libre dentro de
lo posible, fue él mismo y sus circunstancias. Compartió el camino
con muchos compañeros, sin tirarse al monte.
Tengo un ejemplar de La
Restitución del Cristianismo con una dedicación de Luis. Dice
así: "A Pepe y Carmen, compañeros -desde hace muchos años
-en nuestro camino hacia la libertad."
Gracias, compañero. Tú
ya llegaste, los que seguimos te recordaremos siempre.
José Rada
11-noviembre-1014
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