miércoles, 12 de noviembre de 2014

LO QUE DA QUE PENSAR DE LA CORRUPCIÓN







PENSADILLAS DE UN POBRE DIABLO

(Publicado en El Periódico de Aragón)   






Dado que somos unos pobres diablos, necesitamos la fuerza de la ley que nos obligue a comportarnos como unos angelitos. La ley no nos hace buenos, ni lo pretende ni puede hacerlo. Pero la ley puede establecer un orden en el que todos podamos vivir en paz hasta cierto punto y buscar la paz con Dios - o la conciencia - y la felicidad personal incluso sin morir ni matar a nadie en el intento.

 
De eso se ocupa la política en el mejor de los casos: de establecer y mantener un estado de derecho, no una comunidad moral o comunión de los santos sino una comunidad legal de pobres diablos que se comporten como angelitos si son inteligentes.


El clima de corrupción irrespirable de este país es un problema de la sociedad civil que no van a resolver los predicadores de oficio ni los políticos de turno que hemos elegido. Acordarse solo de Santa Bárbara cuando truena o de la ética - ¡esa santa !- es como pedir perdón sin propósito de enmienda ni penitencia que satisfaga. Es dejar las cosas como están, sin cambiar nada: ni el pasado que es imposible, ni las consecuencias del pasado que siguen, ni el futuro previsible que está al caer. Es igual que pedir a la Santa o a Dios una gracia barata, una gracia que no tiene ninguna. Porque es pretender poner la moral a servir. Pero la moral propiamente dicha, compañeros, es muy digna y muy señora: un fin en sí misma y nunca un medio al servicio de otros fines. Decir a los demás que sean buenos de verdad es una ocurrencia de quienes se pasan de listos por si cuela y funciona: para que llueva sobre justos y pecadores, y ellos puedan irse de rositas después de todo.



Claro que hace falta moral en una sociedad desmoralizada en todos los sentidos: desvirtuada y sin altura de miras,sin máximas morales ni fuerza para cumplirlas. Pero no se es bueno por conveniencia ni se produce la bondad en los otros a pedir de boca. Si no hay conversión: cambio de mentalidad y de forma de vida - "metanoía", y no solo "penitencia" como la entiende un niño del catecismo- confesarse en público y conceder perdón a granel a quien lo pida hundirá más al culpable en su miseria y desmoralizará más a la sociedad. Tampoco sirven de nada los códigos deontológicos, fáciles de escribir y aceptar a voto pronto y difíciles de cumplir. Y si de eso se trata, de que se cumplan, para eso ya están las leyes. Hagamos leyes que puedan ser aceptadas y , sobre todo, hagamos cumplir las que tenemos. Elijamos a quienes sepan hacerlas aunque sean unos pobres diablos, pero no tanto que no quieran hacerlas eficientes cuando crean que no les conviene. No les pidamos que renuncien a sus intereses particulares, y comprobemos antes si son capaces de entender que no van a ganar nada a largo plazo si no ganamos todos.



No todo lo que es moral ha de ser legal, ni a la inversa. Pero hay una ética pública y mínima en la que se funda un estado de derecho y sin la cual es insostenible un orden habitable para seres humanos. Los hombres se entienden hablando y lo contrario es la barbarie, la brutalidad y el dominio de los más fuertes sin mediar palabra. Por tanto entrar en razón es el comienzo y, para ello, hay que suponer y admitir al menos las condiciones de posibilidad de un diálogo orientado al entendimiento. Confundir el parlamento con el mercado y los supuestos innegociables de la razón práctica humana con la racionalidad instrumental de las partes en defensa de intereses particulares, es utilizar la palabra como arma, la conversación como estrategia y el espacio público como campo de batalla. ¿Hay nada más absurdo que una sociedad de mercado en la que todo se negocia y nada se discute? ¿Que un parlamento en el que todo vale menos que los votos y estos más que la deliberación? ¿Que un espacio público en el que todo se vende, se compra y se prostituye si es preciso como las meretrices del templo donde no hay más dios que el dinero?



No quiero decir ahora lo contrario de lo que dije: que el problema de la corrupción es político, solo añado que nos compromete en conciencia a todos los ciudadanos en ese campo. Si no podemos hacer que todos sean personas de buena voluntad, la apelación a una ética mínima y publica no supone que uno lo sea o que pretenda con eso inaugurar la misión imposible de convertir a todo el mundo. Solo es una advertencia a los ciudadanos electores en general y una consideración que me hago para ser al menos responsable e inteligente como pobre diablo. Desde este punto de vista entiendo que debo asumir en conciencia el deber moral de elegir únicamente a los candidatos que merezcan ser respetados por su conducta "objetivamente" ejemplar.



José Bada

6-9-2014


































No hay comentarios:

Publicar un comentario