viernes, 17 de octubre de 2014

¿UN "PAÍS CORAL"?



UNA MENTIRA PIADOSA
Ayer leí en castellano en tinta sobre papel un artículo de Rajoy que hoy , día 13 , he podido leer en catalán gracias a la edición electrónica de El País: El diari global inaugurado por el Grupo Prisa. Me refiero al titulado Los puentes del diálogo, una empanada sin alma para halagar a los catalanes de "entallà" de la Franja -que no son bobos- y que molesta -sin pretenderlo, por supuesto- a castellanos y aragoneses de "entací" que se resienten de tanta identidad: "En un día tan simbòlic com el 12 d’octubre -nos dice-, que un president del Govern es pugui dirigir als catalans en llengua catalana i a través d’un mitjà català també té plena congruència. Al cap i a la fi, es tracta de la projecció natural dels valors d’una societat oberta com és l’espanyola, que ha interioritzat com una realitat diària la comprensió i l’amor per “les raons i les llengües diverses” dels seus ciutadans".

Una declaración de amor como ésta -que no traduciré, no hace falta entre romances si hay buena voluntad en mis lectores- parece en la actual situación una mentira piadosa o chalaneo para vender la moto en el mercado político a los independentistas catalanes. Porque en este "país coral" -como dice Rajoy- y en "una societat oberta com és l´espanyola", de hecho las voces no se mezclan y la "concordia" -a la que también alude - se ahuyenta a grito pelado con mucho ruido como se hace contra brujas y demonios. De eso - de concordia, acuerdos, acordes y polifonía - algo sabemos en las comarcas orientales aragonesas donde hablamos con todos para entendernos y mezclamos, obviamente por eso, el castellano y el catalán según convenga.
Pero la Franja, amigos, es la excepción que "canta" en Aragón y en España sobre todo en un "día tan simbòlic como el 12 d`octubre", cuando no hay español que se precie que no cante "en cristiano"; es decir, en castellano, que es por antonomasia el español en el mundo. Lo que ha llevado a la creencia de que ellos -los castellanos- sean los españoles de marca que se unen en el motete de la Hispanidad, mientras desprecian otras voces y otros hablantes cuyas lenguas, a veces, no tienen tan siquiera denominación de origen reconocida en la propia tierra. Este desprecio - y no "la comprensión y el amor por las razones y las lenguas diversas de los ciudadanos" como dice Rajoy- es lo que ha sido inducido, introducido y después "interiorizado como una realidad diaria" en algunos pueblos y comarcas de Aragón y de España. Es el odio a la propia lengua del que hablan los lingüistas.
Qué más quisiéramos nosotros que un diálogo entre las lenguas y los pueblos de España, que una España abierta, una obertura, el acorde y la concordia, la armonía y la unión de las diferencias en un espacio sin fronteras ni ladridos. Pero eso no será si lo damos por supuesto. Para comenzar necesitamos conocer y reconocer que los españoles de acá y de allá, castellanos y catalanes en este caso - o mejor, de habla catalana y castellana- tenemos pendiente un problema lingüístico.
Soy de Favara, un pueblo aragonés donde se habla en favarol, un dialecto local de lengua catalana. Donde lo que se chapurrea no es la lengua catalana, que es la que se habla y la primera en la que se aprende a hablar y escuchar, sino el castellano que aprendimos para leer y rezar: una lengua bajada de lo alto que se ha impuesto en todos los oficios o liturgias, investida de una dignidad que nunca tuvo la vernácula del pueblo llano. En alguna ocasión he contado cómo en los primeros años de la Guerra Civil, hubo en Favara un ateneo libertario donde se enseñaba esperanto mientras en la escuela aprendíamos en castellano. Teníamos una maestra valenciana que hablaba como nosotros, eso creo, pero sería con Dios porque en la escuela nunca la oí bendecir o blasfemar en catalán -que podía y sabía, eso creo- porque no era políticamente correcto ni con los rojos ni con los azules que vinieron después.
Con el tiempo fui consejero de la DGA en el gobierno democrático de Aragón y, aunque han cambiado muchas cosas desde entonces cuando tuve la oportunidad de introducir la enseñanza de la lengua catalana en las comarcas orientales, reconozco que queda mucho por hacer en ese campo. No hace tanto que tuvimos que padecer el sonrojo y la vergüenza de LAPAO, ¿se acuerdan? Rajoy , tampoco. Y por supuesto la que sigue en sus trece, que es de Ripoll.
¿Y qué diré de los medios de comunicación que se editan desde Zaragoza? Comprendo que la inmensa mayoría se publique y se difunda en castellano, solo un cretino militante de una causa absurda puede pretender lo contrario. Pero agradecería un detalle en ocasiones y un saludo, al menos, en la lengua materna a los de mi tierra. Un periódico zaragozano lo tiene para el aragonés todos los domingos. En cambio solo tiene una mueca en castellano para el catalán.
José Bada, 13-10.2014


































































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