UNA
MENTIRA PIADOSA
Ayer
leí en castellano en tinta sobre papel un artículo de Rajoy que
hoy , día 13 , he podido leer en catalán gracias a la edición
electrónica de El País: El diari global inaugurado por el
Grupo Prisa. Me refiero al titulado Los puentes del diálogo, una
empanada sin alma para halagar a los catalanes de "entallà"
de la Franja -que no son bobos- y que molesta -sin pretenderlo, por
supuesto- a castellanos y aragoneses de "entací" que
se resienten de tanta identidad: "En un día tan simbòlic com
el 12 d’octubre -nos dice-, que un president del Govern es pugui
dirigir als catalans en llengua catalana i a través d’un mitjà
català també té plena congruència. Al cap i a la fi, es tracta de
la projecció natural dels valors d’una societat oberta com és
l’espanyola, que ha interioritzat com una realitat diària la
comprensió i l’amor per “les raons i les llengües diverses”
dels seus ciutadans".
Una declaración de amor como ésta -que no traduciré, no hace falta
entre romances si hay buena voluntad en mis lectores- parece en la
actual situación una mentira piadosa o chalaneo para vender la moto
en el mercado político a los independentistas catalanes. Porque en
este "país coral" -como dice Rajoy- y en "una
societat oberta com és l´espanyola", de hecho
las voces no se mezclan y la "concordia" -a la que también
alude - se ahuyenta a grito pelado con mucho ruido como se hace
contra brujas y demonios. De eso - de concordia, acuerdos, acordes y
polifonía - algo sabemos en las comarcas orientales aragonesas
donde hablamos con todos para entendernos y mezclamos, obviamente
por eso, el castellano y el catalán según convenga.
Pero
la Franja, amigos, es la excepción que "canta" en Aragón
y en España sobre todo en un "día tan simbòlic como el 12
d`octubre", cuando no hay español que se precie que no
cante "en cristiano"; es decir, en castellano, que es
por antonomasia el español en el mundo. Lo que ha llevado a la
creencia de que ellos -los castellanos- sean los españoles de marca
que se unen en el motete de la Hispanidad, mientras desprecian
otras voces y otros hablantes cuyas lenguas, a veces, no tienen tan
siquiera denominación de origen reconocida en la propia tierra.
Este desprecio - y no "la comprensión y el amor por las razones
y las lenguas diversas de los ciudadanos" como dice Rajoy- es
lo que ha sido inducido, introducido y después "interiorizado
como una realidad diaria" en algunos pueblos y comarcas de
Aragón y de España. Es el odio a la propia lengua del que hablan
los lingüistas.
Qué más quisiéramos nosotros que un diálogo entre las lenguas
y los pueblos de España, que una España abierta, una obertura,
el acorde y la concordia, la armonía y la unión de las diferencias
en un espacio sin fronteras ni ladridos. Pero eso no será si lo
damos por supuesto. Para comenzar necesitamos conocer y reconocer
que los españoles de acá y de allá, castellanos y catalanes en
este caso - o mejor, de habla catalana y castellana- tenemos
pendiente un problema lingüístico.
Soy
de Favara, un pueblo aragonés donde se habla en favarol, un dialecto
local de lengua catalana. Donde lo que se chapurrea no es la lengua
catalana, que es la que se habla y la primera en la que se aprende a
hablar y escuchar, sino el castellano que aprendimos para leer y
rezar: una lengua bajada de lo alto que se ha impuesto en todos los
oficios o liturgias, investida de una dignidad que nunca tuvo la
vernácula del pueblo llano. En alguna ocasión he contado cómo en
los primeros años de la Guerra Civil, hubo en Favara un ateneo
libertario donde se enseñaba esperanto mientras en la escuela
aprendíamos en castellano. Teníamos una maestra valenciana que
hablaba como nosotros, eso creo, pero sería con Dios porque en la
escuela nunca la oí bendecir o blasfemar en catalán -que podía y
sabía, eso creo- porque no era políticamente correcto ni con los
rojos ni con los azules que vinieron después.
Con
el tiempo fui consejero de la DGA en el gobierno democrático de
Aragón y, aunque han cambiado muchas cosas desde entonces cuando
tuve la oportunidad de introducir la enseñanza de la lengua catalana
en las comarcas orientales, reconozco que queda mucho por hacer en
ese campo. No hace tanto que tuvimos que padecer el sonrojo y la
vergüenza de LAPAO, ¿se acuerdan? Rajoy , tampoco. Y por supuesto
la que sigue en sus trece, que es de Ripoll.
¿Y
qué diré de los medios de comunicación que se editan desde
Zaragoza? Comprendo que la inmensa mayoría se publique y se
difunda en castellano, solo un cretino militante de una causa absurda
puede pretender lo contrario. Pero agradecería un detalle en
ocasiones y un saludo, al menos, en la lengua materna a los de mi
tierra. Un periódico zaragozano lo tiene para el aragonés todos los
domingos. En cambio solo tiene una mueca en castellano para el
catalán.
José
Bada, 13-10.2014
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