jueves, 24 de abril de 2014

+ PEnSADILLAS

El silencio es elocuente.
El ruido no dice nada.


El sabio es prudente, el necio es locuaz.
El sabio escucha, el necio no deja hablar.
El silencio se escucha, pero no se oye
El ruido se oye, pero no se escucha,
Oír como quien oye llover no es escuchar.
El que tenga oídos para oír, que escuche.
El que solo oye lo que sabe, que calle.
El que solo escucha a quien le da la razón, no la tiene.
Y si la tiene no está dispuesto a dársela a nadie.
El hombre no vive solo de pan, pero la palabra se comparte como el pan.
Las palabras que no se comparten se  endurecen, son como las piedras.
Los compañeros comparten  pan y  palabra,  conversación y  convivencia, vida y medios de vida.
No se aprende a oír,  ni falta que hace: para eso no hay que  ir a Salamanca, lo da la naturaleza.
Lo que se aprende es a escuchar, y el que no escucha que no se matricule de oyente.
Nadie aprende a hablar sin escuchar. Ni a callar, lo que es mucho peor.
Nadie se entiende con otro si no se entiende a sí mismo.
Y a la inversa: nadie se entiende a sí mismo si no se entiende con otro.
Malentenderse es entenderse... mal.
Y desentenderse  es malentenderse a sabiendas.
El que no quiere entender no entiende nada por mucho que se diga: todo lo malentiende al desentenderse de todo y de todos.
Lo inefable no se puede decir pero se da a entender.   Y es después de todo lo que se quiere decir.
No hay misterio verdadero que no se revele ni revelación sin misterio verdadero.
La fe que no se entiende en absoluto es fe en la fe, es la fe ciega, es fanatismo.
El amor no es ciego, lo que ciega es el odio.
El amor no puede esconderse, ni la verdad tampoco cuando se ama.
El amor  es más que las obras de amor, pero no hay amor sin obras.
No es bueno el que lo sabe, es mejor el que lo ignora.
La verdad nace cuando se hace, cuando la palabra se encarna y cuando el silencio habla: la verdad de la vida da vida a la verdad.
Obras son amores.  Pero el Amor que viene,cuando nosotros vamos, está por ver y por venir  después de todo. Y es antes que nada: el Otro de todos nosotros.



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