martes, 18 de febrero de 2014

PEnSADILLAS LIVIANAS



Los hombres no tenemos raíces, tenemos pies.
La planta de los pies es una planta que  no arraiga.



No se puede andar con los dos pies en tierra: Un pie en el suelo y otro en el cielo, en el  aire.
Y la cabeza alzada, con los ojos abiertos y el horizonte.  Solo se cierra el camino que dejamos atrás.







No te quedes ahí plantado como los árboles. Ni te olvides que estar aquí, en tu sitio, no es salirte por las ramas ni andar por ahí como los pájaros del bosque.

Aquí es el lugar del hombre en el mundo. Nadie está en el mundo si no está aquí, en el lugar y en la situación de la que se hace cargo. Aquí es el lugar de la responsabilidad  humana.



¿Por qué tenemos dos oídos y una sola boca? Pero es que , además de hablar, la boca tiene que comer.

No se puede comer con la boca cerrada. Ni escuchar con la boca abierta, que entran moscas. Pero se puede callar, y esto es una ventaja que no tienen las orejas.



La verdad no se traga, entra por los oídos sin pedir permiso.

No se puede comer con los ojos, pero  es un riesgo  hacerlo con los dos cerrados y la nariz tapada.

El que tenga oídos que oiga; mejor, que escuche.



¿Por qué tenemos dos ojos y los dos miran hacia delante?



El punto oscuro está detrás, por más vueltas que le des no lo podrás  ver.


Los que te siguen a ciegas, tampoco. Ni el suyo, ni el tuyo
Los ojos tienen sus raíces en el corazón.



El amor no es ciego, lo que ciega es el odio.



Ni comer a besos ni besar a muesos. Hay amores que matan.

No es más sabio el que más habla, es sabio el que más escucha.



Se oye el ruido, se escucha incluso el silencio.



El que todo lo oye como quien oye llover, no se moja. Ya me entienden.



Mirar no es igual que ver, ni oír igual que escuchar.



La luz de los ojos es a veces como un relámpago. Y le sigue la palabra como un trueno.



No siempre, si la tormenta está muy lejos.



Pero no te fíes, puede alcanzarte un rayo.












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