viernes, 21 de febrero de 2014

LA CIENCIA NO PIENSA



LA CORRUPCIÓN DE LO MEJOR


Recientemente se ha celebrado en Zaragoza un congreso sobre modernas tecnologías de Lógica Fuzzy, difusa o borrosa como también la llaman. El evento se anunció como buena noticia con estas palabras: "Las máquinas también piensan". Al leerlo en un periódico pensé inevitablemente que se trataba de una licencia que solo pueden permitirse los que "piensan" como las máquinas. Y me acordé de una famosa conferencia que pronunció Heidegger en 1929 en la que afirmó rotundamente que "la ciencia no piensa".

 
Obviamente los filósofos no piensan como los científicos cuando éstos "piensan" como los robots y hablan sin pensar lo que dicen. La lógica borrosa sirve para calcular. Con esa lógica se cuenta lo que pasa y se saca lo que ha de pasar en consecuencia si los datos registrados son exactos y las estadísticas no fallan. Es así como se reproduce virtual o físicamente lo que siempre pasa a partir de los mismos supuestos. Salvo que ocurra un milagro, la regla se cumple: Si esto es así, entonces as asá.
La ciencia moderna, como técnica, es un saber-hacer cualquier cosa sin saber lo que hace y por qué lo hace, hasta el punto de no entenderse o desentenderse de sí misma para olvidarse incluso de su propio malentendido. Y esto, más que saber, es un poder ciego meramente técnico.
Los científicos en cuanto tales -dejando en la percha la dignidad humana- son expertos de bata blanca o de uniforme que no entienden de fines sino de medios, ni de valores sino de precios, ni de deberes sino de costes y beneficios materiales. No se hacen preguntas sobre lo que es justo e injusto, sobre el sentido de la vida y de la historia, y sobre nada que dé que pensar a personas responsables. Ellos solo son competentes para obtener resultados previsibles en ciertas circunstancias, bajo ciertos supuestos y contando con los medios pertinentes. Dejando la ciencia a un lado -que no piensa- los científicos son también hombres y mujeres como nosotros que no siempre pensamos como personas. Y eso es lo malo, no que la ciencia no piense sino que los humanos "pensemos" como las máquinas.
Cuando oímos hablar de "excelencia" a un ministro de educación o a un rector de universidad, salvo excepciones cada vez más raras, es para ponerse a temblar. La universidad no debiera rebajarse a niveles de la industria, mientras por otra parte la formación profesional no levanta cabeza. Es bueno tener excelentes profesionales, pero es mejor tener excelentes ciudadanos y lo uno no quita lo otro. Pero lo que sucede en este país es que unos, los universitarios, no encuentran trabajo a pesar de su excelencia, y lo otros -los que trabajan como burros- son desplazados por las máquinas. La "excelencia" que se pretende en la enseñanza no tiene que ver apenas con la educación humana, mucho con la producción de fuerza de trabajo y bastante con la iniciación masiva para el consumo. Los que no pueden consumir, porque solo tienen hambre, sobran: van al paro hasta que se oxidan, y después a la chatarra. Los que trabajan sobreviven, y los que especulan....también se mueren, !qué se han creído! Pero mientras tanto, casi se pueden contar con los dedos los que tienen lo que falta a millones y millones de pobres, miles de millones, de este mundo.
La derrota de los filósofos y el éxito de los expertos en nuestra sociedad, va a la par con el desprestigio de la política y la corrupción de los políticos. La técnica es un progreso de la razón instrumental al servicio de la razón humana. Si ese instrumento se nos va de las manos o se desmanda, se pervierte y con ella se hace ya lo que se quiere mientras se pueda aunque no se deba. La política como ciencia es una técnica. Y la economía también. Los políticos saben cómo hacerse con el poder y conservarlo; los banqueros cómo hacerse con el dinero y ponerlo a trabajar, ¡que ya es decir!
El Filósofo -así llamaban los escolásticos a Aristóteles- subordinaba en cambio la economía a la política y ésta a la ética, que entendía como filosofía práctica. La ética es un saber y vivir como se debe, humanamente, era en la práctica la mayor sabiduría. Pero hoy la política y la economía, como ciencias, no dependen de la filosofía práctica. Se han deshumanizado.
Saber hacer una guerra, un discurso, un puente o un estofado requiere tener conocimientos técnicos de estrategia, de retórica, de ingeniería o de arte culinaria respectivamente. Hacer de Dios en el gobierno, hacer dinero en los mercados o hacer el amor en la cama es también una técnica. Aunque para eso no hace falta ser un sabio y basta con ser un experto, y apenas un individuo que actúa - naturalmente - como sistema: no para desvivirse por nada ni por nadie, sino para reproducirse y perpetuarse a sí mismo.
La reducción de la filosofía a la ciencia y de la ciencia a la técnica ha desplazado al sujeto y lo ha sustituido por un sistema psicológico y a la razón -que nos hace humanos, racionales o seres que hablan y piensan- por la "racionalidad" del sistema, ignorando a los actores en el mundo de la vida y de la convivencia -a las personas y a los ciudadanos- y observando solo la conducta de individuos como sistemas aislados: cada uno a lo suyo, sistemática, científica y racionalmente, como hacen los sistemas sociales: el político, el económico, el de medios de comunicación..., a cuyo entorno pertenecen los individuos humanos y a la inversa. Y de la misma manera que los sistemas sociales responden racionalmente según el sentido que los define y por tanto para conservarse en el tiempo no obstante el cambio y la complejidad de su entorno, así también los sistemas psicológicos respecto a la complejidad y a los cambios de su entorno al que pertenecen todos los sistemas sociales. Y como los políticos, los empresarios, los banqueros, los expertos en cada caso ocupan las instituciones sin dejar de ser por eso sistemas individuales, se aprovechan de su situación para afirmarse a sí mismos respecto a todo el mundo.
"Corruptio optimi, pessima" ( la corrupción de lo mejor es lo peor) es una sentencia atribuida a San Jerónimo. Y como el hombre es lo mejor, la corrupción humana es la peor. Siempre hubo corrupción en este mundo.
En la antigua Roma se contrataba a los publicanos para recaudar impuestos y a los que abusaban de la profesión en beneficio propio, a los corruptos, les cortaban la nariz y los echaban al mar. Los publicanos tenían mala fama. En la administración pública y sus aledaños, lo mismo que en cualquier institución pública, privada, o no gubernamental, el interés individual está al acecho del interés general. Cuando el hombre no vive humanamente, como debe, y no está a la altura de su dignidad, cuando se le considera por sistema como un objeto y la gente se comporta en general como se le considera, la corrupción se extiende por todas partes como la peste. Que San Mateo nos libre de los publicanos, y el Espíritu Santo de los banqueros.

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