viernes, 17 de enero de 2014

SALIR DE UNA VEZ












 
ESPUÉS DE NAVIDAD









Francisco ha anunciado su viaje a Belén como pastor, eso imagino. Pasará también por Jerusalén, como los Reyes Magos, y espero que vuelva sano y salvo como ellos por otro camino. No es el primer Papa que sale del Vaticano en los últimos tiempos. Pero otros salieron dando vueltas sobre sí mismos, bailando como peonzas, y eso más que viajar es trasladarse con la casa encima. Viajar o salir propiamente hablando es salir de casa y de sí mismo, es hacer camino al andar y hacerse uno mismo andando por el camino. Es peregrinar y aprender de la experiencia.



 Durante el rezo del Angelus en la plaza de San Pedro de Roma, Francisco ha pedido recientemente a los fieles que recen por el éxito de un viaje que se propone hacer en memoria del encuentro en Jerusalén de Pablo VI con el Patriarca ortodoxo Atenágoras I de Constantinopla.


Precisamente estos días la Iglesia Católica celebra como todos los años el Octavario por la Unión de los Cristianos. El ecumenismo, impulsado por el Vaticano II, es un movimiento iniciado antes por los protestantes que se inscribe ya en el contexto de un amplio diálogo entre las grandes religiones del mundo. En la actual situación histórica de un mundo globalizado, conflictivo e injusto, desordenado y confuso, en el que la ciencia no lo sabe todo, la política va a la zaga de la economía y ésta ciega detrás del dinero, los pastores se mutan en ganaderos y los ciudadanos en ovejas. Una sociedad de consumo y un mundo de Mercado Único es como una granja en la que todos gruñen cuando tienen hambre y callan cuando están comiendo. No es solo que falten líderes o maestros, es que sobran palabras donde falta el pan y se desprecia el pensamiento cuando abunda el pienso. Los hartos no se acuerdan de los hambrientos, ni hay pastores que den la vida por las ovejas sino ganaderos que viven de ellas y a quienes importan un comino las otras que no son suyas.







La crisis institucional del mundo en que vivimos es la crisis de una humanidad establecida, fraccionada, estabulada y gestionada por expertos que no salen de casa, de su casa y de sí mismos. Son ganaderos de corral, que no sueltan el ganado. Y si van como reyes a Belén es para volver a las andadas por el mismo camino sin burlar a Herodes que les espera para matar al Niño.



El problema ecuménico, más allá de la unión de las iglesias cristianas en una sola Iglesia como institución, es cómo encontrarnos todos, hombres y mujeres de la misma Tierra habitada - la "Ecumene"- en el camino hacia un mundo mejor, que los cristianos llaman Reino de Dios, el Padre, y otros ciudadanos del mundo Libertad,Igualad y Fraternidad. Con los pies en el suelo, compañeros, y guiados por una estrella. Como ciudadanos libres, como pueblo de reyes, como pueblo soberano. Acatando las leyes que nos damos mientras tanto y respetando la conciencia de cada uno. Hasta salvar las diferencias, todas, en un abrazo final.







Tengo sobre la mesa un libro de E. Brunner, teólogo suizo y pastor de la Iglesia Reformada, representante de "la teología de la crisis" de entre guerras del pasado siglo, influenciado por la filosofía de Kierkegaard y comprometido con el socialismo cristiano de la época. Su título es "El Malentendido de la Iglesia" (Zürich, 2ª ed. 1951) Todas las iglesias, cada cual a su manera -esa es su tesis- han derivado en una institución y han transformado lo que era "el cuerpo de Cristo" - la presencia que acontece donde dos o más se reúnen en su nombre- en una "corporación de los cristianos": en una organización estable y establecida que no se mueve. Si el movimiento ecuménico pretendiera reducir a todos los cristianos bajo una sola institución, la Iglesia con mayúscula sería el mayor malentendido. De lo contrario todas las iglesias históricas pueden ser aún una ayuda si se abren, y un obstáculo si se oponen al Espíritu que sopla donde quiere. Emil Brunner concluye su libro -que recomiendo, hay traducción castellana: Guadalajara,México, 2002- con estas palabras: "Al no preocuparse la iglesia a lo largo de su historia de fundar en Cristo una real fraternidad humana, se ha producido el remedio peor que la enfermedad: el comunismo moderno. Con o sin las iglesias, y si es necesario contra ellas. Dios hará de la Ekklesia un pueblo de hermanos". Que así sea.



Brunner entiende la "Ekklesia" del N.T. como asamblea en acto de los creyentes, como acontecimiento de la fe que es libre y se comparte libremente. No como una costumbre o institución establecida en este mundo. Por eso cree que ninguna iglesia y ninguna institución nos sacará del pasado hacia un mundo mejor. Y que sólo la fe, compañera inseparable del amor al prójimo, se encuentra en buen camino para el caso: el camino que se hace al andar.











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