ESTE
PAPA ES UN PRINCIPIANTE
Me
preguntaron hace poco qué pensaba del Papa. "Que es un
principiante", respondí sin pensarlo dos veces. Y para
evitar malentendidos, le dije inmediatamente a quien me preguntaba:
"Como tú, como yo mismo, como todos.
Porque el hombre no es
algo sino alguien y , por tanto, único: Francisco no tiene
antecedentes, como tú que estás escuchando. Francisco I es en
efecto el primero. Y el último, no habrá otro".
Hablando
con propiedad los hombres no somos nunca un producto que pueda
reproducirse. Los hombres no se reproducen, nacen, y aunque todos
morimos no nacemos para morir sino para comenzar. En este sentido,
como bien dice Hanna Arendt en La condición humana, todos
somos principiantes.
Ahora
bien, lo difícil es ejercer como principiantes y hacer lo nunca
visto como personas que somos. Y lo más fácil, lo más "natural"
de este mundo, es seguir como si tal cosa: "cada uno a lo suyo
y tonto el último", o "el muerto al hoyo y el vivo al
bollo" y "aquí paz y gloria en las alturas" como
dice la gente del común, a pie de calle, y como quieren los
señores de este mundo. Sin que los supervivientes se acuerden de las
víctimas ni por asomo no sea que su memoria interrumpa el curso
"natural" de los tiempos que corren, les incomode y
comprometa personalmente sus vidas para que pueda ser aún lo que
debió ser y no fue, aunque deba ser todavía si no queremos que se
repita la injusticia que nunca debió haber sido. Lo más fácil es,
naturalmente, no intervenir en la historia y dejar que todo siga
como en la naturaleza. Así que lo mejor y lo más fácil, lo más
conveniente para los vivos, ha de ser pensar y comportarse como todo
el mundo sin frustrar las expectativas razonables, falsificar los
pronósticos sociológicos y desengañar a los mercados. Eso es lo
normal. Y por eso mismo la campaña de Navidad, que replica
naturalmente año tras año la fiesta del nacimiento de Jesús, se
parece cada vez más a lo que vuelve siempre por estas fechas cuando
el sol no puede llegar a menos y "nace" -es un decir- para
morir en su aniversario. Porque en la naturaleza no hay milagros,
ni esperanza, y nada nuevo sucede bajo el mismo sol.
Por cierto el Papa Francisco
cumplió el pasado martes 77 años de edad, justo la víspera de
la Virgen de la Esperanza, popularmente llamada en Aragón de la
Alegría y de la Expectación del Parto en la liturgia romana.
Deseo sinceramente que Francisco no deje de ser un principiante
mientras pueda y pueda serlo "ad multos annos" a pesar de
la Curia, esa "lepra", y de los ministros que ocupan la
institución de la Iglesia.
Refiriéndose
al papel de la mujer en el ámbito de la comunidad cristiana, ha
dicho el Papa recientemente que debe ser mucho más importante sin
que esto signifique en su opinión que deba "clericalizarse".
No podía pensar otra cosa un "anticlerical" confeso
como Francisco. ¿No eso lo que le dijo que era a otro anticlerical
confeso, a Eugenio Scalfari, el editor de La Repubblica? Pues eso,
de un principiante como Francisco no se puede esperar otra cosa.
Un
clérigo en cambio, si es profesional como se supone, se
comportará siempre como un experto, que por algo es una persona
consagrada y los demás profanos o simplemente unos legos en la
materia de que se trata. Un clérigo normal, de marca, o de
carácter - lo que se dice un hombre de iglesia de toda la vida- no
será nunca ni actuará como un principiante. Francisco va a
necesitar mucha paciencia para ayudar a nacer con su iniciativa a
lo que está por ver y por venir en este mundo. Ojalá que no le
falte, nos hace a todos mucha falta.
La
Iglesia Católica es probablemente la más grande y más antigua de
las instituciones establecidas sobre la Tierra. El capital semántico
de la esperanza guardado en el depósito de la tradición cristiana
occidental es letra muerta y un talento enterrado que solo puede
invertirse a fondo perdido, libre y gratuitamente, como se entrega
el amor. ¿De qué otra manera puede darse el amor que no se vende?
De ninguna, lo mismo que la verdad que tampoco lo es cuando se
vende. La dimisión de Benedicto y la elección de Francisco es una
señal de que otro mundo es posible todavía.
Terminaré con otra cita H. Arendt:
<El
milagro que salva al mundo de su rutina normal y "natural"
es el nacimiento de nuevos hombres y un nuevo comienzo es la
acción que son capaces de emprender [...] Solo la plena experiencia
de esta capacidad puede conferir a los asuntos humanos fe y esperanza
[,,,] Esta fe y esperanza encontró en el mundo tal vez su más
gloriosa y sucinta expresión en el evangelio que anuncia la gran
alegría: Os ha nacido hoy un Salvador >
Feliz
Navidad.
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