jueves, 19 de diciembre de 2013

FRANCISCO I

ESTE PAPA ES UN PRINCIPIANTE

Me preguntaron hace poco qué pensaba del Papa. "Que es un principiante", respondí sin pensarlo dos veces. Y para evitar malentendidos, le dije inmediatamente a quien me preguntaba: "Como tú, como yo mismo, como todos.


Porque el hombre no es algo sino alguien y , por tanto, único: Francisco no tiene antecedentes, como tú que estás escuchando. Francisco I es en efecto el primero. Y el último, no habrá otro".

Hablando con propiedad los hombres no somos nunca un producto que pueda reproducirse. Los hombres no se reproducen, nacen, y aunque todos morimos no nacemos para morir sino para comenzar. En este sentido, como bien dice Hanna Arendt en La condición humana, todos somos principiantes.
Ahora bien, lo difícil es ejercer como principiantes y hacer lo nunca visto como personas que somos. Y lo más fácil, lo más "natural" de este mundo, es seguir como si tal cosa: "cada uno a lo suyo y tonto el último", o "el muerto al hoyo y el vivo al bollo" y "aquí paz y gloria en las alturas" como dice la gente del común, a pie de calle, y como quieren los señores de este mundo. Sin que los supervivientes se acuerden de las víctimas ni por asomo no sea que su memoria interrumpa el curso "natural" de los tiempos que corren, les incomode y comprometa personalmente sus vidas para que pueda ser aún lo que debió ser y no fue, aunque deba ser todavía si no queremos que se repita la injusticia que nunca debió haber sido. Lo más fácil es, naturalmente, no intervenir en la historia y dejar que todo siga como en la naturaleza. Así que lo mejor y lo más fácil, lo más conveniente para los vivos, ha de ser pensar y comportarse como todo el mundo sin frustrar las expectativas razonables, falsificar los pronósticos sociológicos y desengañar a los mercados. Eso es lo normal. Y por eso mismo la campaña de Navidad, que replica naturalmente año tras año la fiesta del nacimiento de Jesús, se parece cada vez más a lo que vuelve siempre por estas fechas cuando el sol no puede llegar a menos y "nace" -es un decir- para morir en su aniversario. Porque en la naturaleza no hay milagros, ni esperanza, y nada nuevo sucede bajo el mismo sol.

Por cierto el Papa Francisco cumplió el pasado martes 77 años de edad, justo la víspera de la Virgen de la Esperanza, popularmente llamada en Aragón de la Alegría y de la Expectación del Parto en la liturgia romana. Deseo sinceramente que Francisco no deje de ser un principiante mientras pueda y pueda serlo "ad multos annos" a pesar de la Curia, esa "lepra", y de los ministros que ocupan la institución de la Iglesia.
Refiriéndose al papel de la mujer en el ámbito de la comunidad cristiana, ha dicho el Papa recientemente que debe ser mucho más importante sin que esto signifique en su opinión que deba "clericalizarse". No podía pensar otra cosa un "anticlerical" confeso como Francisco. ¿No eso lo que le dijo que era a otro anticlerical confeso, a Eugenio Scalfari, el editor de La Repubblica? Pues eso, de un principiante como Francisco no se puede esperar otra cosa.
Un clérigo en cambio, si es profesional como se supone, se comportará siempre como un experto, que por algo es una persona consagrada y los demás profanos o simplemente unos legos en la materia de que se trata. Un clérigo normal, de marca, o de carácter - lo que se dice un hombre de iglesia de toda la vida- no será nunca ni actuará como un principiante. Francisco va a necesitar mucha paciencia para ayudar a nacer con su iniciativa a lo que está por ver y por venir en este mundo. Ojalá que no le falte, nos hace a todos mucha falta.
La Iglesia Católica es probablemente la más grande y más antigua de las instituciones establecidas sobre la Tierra. El capital semántico de la esperanza guardado en el depósito de la tradición cristiana occidental es letra muerta y un talento enterrado que solo puede invertirse a fondo perdido, libre y gratuitamente, como se entrega el amor. ¿De qué otra manera puede darse el amor que no se vende? De ninguna, lo mismo que la verdad que tampoco lo es cuando se vende. La dimisión de Benedicto y la elección de Francisco es una señal de que otro mundo es posible todavía.
Terminaré con otra cita H. Arendt:
<El milagro que salva al mundo de su rutina normal y "natural" es el nacimiento de nuevos hombres y un nuevo comienzo es la acción que son capaces de emprender [...] Solo la plena experiencia de esta capacidad puede conferir a los asuntos humanos fe y esperanza [,,,] Esta fe y esperanza encontró en el mundo tal vez su más gloriosa y sucinta expresión en el evangelio que anuncia la gran alegría: Os ha nacido hoy un Salvador >
Feliz Navidad.



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