Me entero que
van a beatificar a curas y simples fieles asesinados en la Guerra Civil, son más de
quinientos según creo. Y no me gusta. Yo le diría a la Iglesia -o a la mitad
de la mitad porque iglesia somos todos y no sólo los obispos y los promotores de la causa- lo que
se dice de la rosa: "No la toques ya más que así es la historia".
No
se trata de olvidar los nombres de las víctimas, de los santos, que lo son para
los fieles los curas asesinados por ser curas, y no les falta razón porque la
tienen toda. No es eso, que los recuerden. Pero pido, por el amor de Dios, que
no los saquen a la calle como banderín de enganche para ninguna cruzada. Que
los recuerden como se recuerda en casa a los muertos, a los queridos
antepasados, cuyas imágenes están sobre la cómoda, en su sitio, ocupando el
lugar que les pertenece, muy adentro, en el corazón. Y también por supuesto
como recuerdan --¡cómo podrían olvidarlas!-- los familiares y amigos a las
víctimas del terrorismo. Ojalá recordáramos todos los supervivientes a todas
las víctimas inocentes de la barbarie de la Guerra Civil, y de todas las
guerras. Ojalá recordáramos los que vivimos en paz a los que descansan en paz
y, a veces --¡no hay derecho, es indecente!-- en el olvido. (De un artículo que publiqué hace años. Perdón, amigos, por citarme a mí mismo)
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