Si no es honesto el que lo
es solo por conveniencia,no digamos ya el que es deshonesto aunque
no convenga a nadie. Un político malo, si es mal político, es dos veces malo.
Hay una ética política
que obliga moralmente a todos los que tienen algún poder público o
lo representan, a cuantos gobiernan o lo ejercen en la oposición. No
es una ética especial o especialmente relajada, más laxa que la
ética general o común, sino responsable y comprometida con la
situación política, con el bien común y el bienestar del pueblo
soberano. La ética política es la aplicación de la ética a la
política. No la sumisión de la ética a la política y, por
supuesto, en absoluto a los políticos, a los partidos políticos o
a la clase política.
Apelar a una recuperación o "transición
moral" como remedio para salir de la crisis económica y política
que padecemos, no sirve de nada a medio plazo. La ética es muy
señora y ponerla a servir, supeditarla a la economía nacional, al
estado o al gobierno de la nación es desmoralizador en todos lo
sentidos: ni eleva el nivel moral ni la moral de los ciudadanos, no
los hace mejores ni más fuertes. Pero si no sirve ese recurso o
prédica moral, ese rearme moral de la sociedad que se proclama
para salir de la crisis, una falta de ética o de escrúpulos de los
políticos es aún más desmoralizador: les falta incluso la
“virtud” del príncipe; es decir, la capacidad de ser como
convenga.
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