miércoles, 2 de octubre de 2013

ESCOLARIZAR NO ES EDUCAR


No es el caso de criticar  a la escuela como institución laica que pretende  sustituir a la "iglesia fuera de la cual no hay salvación". Ni hablar de la escolarización  que ha desplazado en la escuela a  la catequesis -no al método aunque sí al programa y  a los contenidos- para  que los alumnos  consuman conocimientos como  hamburguesas y  comulguen  con otras ruedas de molino si es preciso para aprobar en los exámenes. Y aunque  éste fuera el caso, la ocasión no es propicia al comenzar estos días el rito más necesario que nunca para estimular el consumo. Pues solo el que aprende a consumir conocimientos está dispuesto a consumir lo que le echen, y eso es lo que importa según parece si se quiere salir de la crisis económica lo antes posible.


Aprender a pensar y aprender a vivir, aprender a escuchar y aprender a hablar, aprender a conversar y a convivir: la educación en suma, tendrá que esperar una vez más.  Criticar  la adicción a las marcas, a los artículos de reconocido prestigio, a los ordenadores y a los expertos, al último grito de la moda, a las nuevas tendencias, a la gastronomía de autor, a degustar la historia,a celebrar la liturgia de los grandes eventos deportivos o políticos, al usufructo del ocio y del negocio ,  y a todo cuanto se enseña  en este mundo mundial  a los feligreses del Mercado - un dios omnipotente y omnipresente cuyo primer mandamiento es el consumo-  parece hoy impertinente.  No entraré en ese berenjenal, que me tienta, para  no irritar a los nuevos clérigos ni provocar a los fieles practicantes del sistema. No obstante, he de confesar y confieso aquí mi rechazo al dogma fundamental de la escuela y de la iglesia como instituciones establecidas: que sea necesario ir a misa o a clase  para salvarse. Perdonen la impertinencia.  Y reivindiquen conmigo  el derecho de todos a la educación. Así como el derecho a hacer preguntas a todos los clérigos, profesionales, ministros, curas o maestros aunque no tengan una respuesta en sus libros. Me rebelo  contra la pretensión de interrogar a todos sin admitir de nadie cualquier pregunta.                                              


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