viernes, 25 de octubre de 2013

EL NIDO DE LA DEMOCRACIA


                                                        
 
 
 ENSUCIARSE EN EL NIDO
 
El nido de la democracia, donde están los huevos y la esperanza de la democracia como forma de vida, es el espacio acotado por las reglas del juego democrático.  Ese espacio se supone pero no es el juego, ni la esperanza, ni los huevos... ni los pájaros de la democracia. Las reglas no sirven de nada si no hay juego, y un nido vacío  tampoco. Pero quebrantar las reglas, jugar sucio,  eso es de entrada ensuciarse en el nido y hacer imposible una sociedad democrática.

Cierto, los políticos han de ser pragmáticos. Y esto quiere decir que no pueden estar a la espera, a ver qué pasa, ni dar tiempo al tiempo para que escampe.  Quiere decir que han de tomar decisiones, poner los huevos  y, en todo caso, procurar que no se malogre la esperanza. A veces no es poco si cultivan lo que no  han sembrado y crían la criatura que no han parido. La política no consiste en no hacer nada para que todo siga igual.  Sin embargo hay un pragmatismo trascendental que consiste en respetar siempre las reglas del juego democrático. El que no las respeta hace trampas y acaba con todo. Como los partidos que acaban con el partido y los políticos con la política  de Estado.   

En economía pasa otro tanto: hay unas reglas de guardar, trascendentales, y una práctica económica. Producir y vender lo que se necesita, en eso consiste según entiendo -aunque entiendo poco de economía-  la práctica económica,  y todas sus  reglas se resumen en dos: no dar gato por liebre en el mercado, ni producir necesidades cuando se trata de satisfacerlas.
También la ética es una práctica - o, mejor, una praxis  como dijo Aristóteles- que consiste en saber vivir o hacerse hombre, en una acción que revierte en quien la hace y lo hace bueno.  Pero las reglas de guardar en la ética son de sobra conocidas aunque no estén escritas como las leyes. Cualquiera puede predicarlas, pero  otra cosa es practicarlas. ¿Códigos de ética profesional? No es eso lo que hace falta y, con frecuencia, solo un pretexto. Lo que se necesita es buena voluntad  y mucha moral. La fuerza moral  vive de la esperanza y  se realiza  en la paciencia, que es lo mismo en traje de faena.
La política y la economía, como todas las actividades humanas,  deben subordinarse a la ética pero son prácticas específicas para hacer algo,  igual que la estrategia lo es para hacer  guerras y ganarlas o la arquitectura para construir edificios confortables. Una técnica es saber hacer bien cualquier cosa: guerras, edificios, discursos o zapatos, da igual, y el que sabe hacer algo es en eso un buen profesional.  No un hombre bueno. Ni al contrario, una persona buena no es necesariamente un   buen político ni un  buen empresario.  La moral que se necesita  para hacer política o hacer negocios es de suyo como la moral del Alcoyano. Nada que ver con la moral que hace bueno al hombre.  Para meterse en  política  se necesita mucho valor y ser ambicioso; aunque la fuerza bruta embrutece, la ambición ciega y la erótica del poder  lo prostituye. De igual forma el ánimo de lucro se necesita para emprender un negocio, por más que la avaricia rompa el saco. La eficacia política y la eficiencia económica dependen de la ambición y del ánimo de lucro respectivamente,  por más que  la prudencia como virtud  moral deba prevalecer en ambos campos y en cualquier otro de la actividad humana si no queremos  que el hombre se degrade y no haya más "virtud" que la del príncipe para mantenerse en su trono y la del banquero en su banco para enriquecerse.
Subordinar la economía a la  política y ambas a la ética  es la revolución pendiente.  La economía no produce la buena voluntad, ni la política buenos  ciudadanos. Es verdad que el testimonio de personas buenas levanta la moral, nos conforta y en este sentido resulta edificante. Pero la persona es siempre el principio  y no la consecuencia. La existencia humana no es un producto, es un principio  y una responsabilidad. El sujeto moral no es uno de tantos, sino pastor de sí mismo. Es libre y autónomo, y la conciencia es soberana. El deber no se impone por la fuerza a la conciencia, vale por sí  mismo y no porque esté mandado. Su reconocimiento, lejos de someter al hombre, lo hace libre. Como la verdad.
 
Lo que más desmoraliza a los hombres en este mundo  es la inmoralidad  y el cinismo  de los líderes que sacan pecho y no se les cae la cara de vergüenza, al contrario, se les endurece y se crecen en público y ante el público haciendo alarde de sus vergüenzas. Ese es el escándalo  que cierra el paso, la montaña  que hay que remover, la caca que ensucia el nido de la democracia  y la corrupción de lo mejor que tan mal huele.
 
José Bada
20.10.2013
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario