Este verano lo pasé en Candasnos, un pueblo monegrino de la diócesis de Barbastro que fue antes de Lleida. A mediados de agosto, se celebran allí las fiestas patronales. Como en casi todos los pueblos de Aragón, a medida que se llena el cementerio se vacían las casas, las calles, la escuela y por supuesto la iglesia. Todavía tienen cura, pero viene de fuera como el médico y los maestros que tampoco viven allí. Es suramericano, antes hubo otro polaco. Normalmente no falta nunca el titular en las fiestas patronales, pero este año vino a suplir al cura el obispo de Barbastro, Alfonso Milián. Y ganaron todos, el obispo y los fieles.
Asistí a la misa sin ir a la procesión. Al enterarme que venía fui a verle y a escuchar al que otras veces me había escuchado a mí, qué menos podía hacer. Y no me defraudó, al contrario: su gesto y sus palabras me confortaron. Ni yo esperaba verle después de cincuenta años, ni él verme en ese lugar. Como era de presumir no me conoció, pero al reconocerme nos dimos un abrazo en la sacristía. Le felicité y me felicité por su homilía breve, sencilla, evangélica, franciscana y con mucho sentido común, que todos entendieron: "Vosotros sois mi tesoro", comenzó aludiendo a las palabras de Jesús, y "donde está mi tesoro está mi corazón" ( Mt. 6,21) . Continuó afirmando que todos somos iglesia, y ésta para un obispo como la esposa para su esposo: la razón de su vida y su tesoro. Recordó que la pareja, el obispo y su iglesia como un solo cuerpo, ha de ser a su vez para los pobres y éstos su único tesoro. Otros fieles entraron también a saludarle y a agradecer su visita y su homilía.
Un més después de aquel encuentro con el obispo de Barbastro, me entero de la visita que el papa Francisco ha hecho al Centro Astalli de Roma (el Servicio que presta la Compañía de Jesús a los Refugiados), donde saludó a huéspedes, voluntarios y simpatizantes, unas 500 personas, y de las palabras que en esta ocasión dirigió expresamente a los responsables de las instituciones eclesiásticas: “Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no sirven a la Iglesia para transformarla en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados. El Señor nos llama a vivir con más coraje y generosidad la acogida en la comunidad, en las casas, en los conventos vacíos…” a los pobres que lo necesitan .
Por un momento se me cruzaron los cables y me ha venido entre los dos, entre Alfonso de Barbastro y Francisco de Roma, el recuerdo del gesto y las palabras de San Lorenzo de Huesca al gobernador romano que pretendía los bienes de la iglesia: "Estos - le dijo mostrándole una multitud de pobres- son el único tesoro que tiene la iglesia".
Si los pobres de allá y de acá son para todas las iglesias el verdadero tesoro, así en Roma como en Barbastro o en Lleida, ¿ por qué los bienes de la Franja que disputan para sí los gobiernos de Aragón y Cataluña no los vende la Iglesia -o las iglesias de común acuerdo - al que más ofrezca para darlo todo a los pobres que más lo necesitan? Esa es mi pregunta. Más aún, no solo estos bienes sino los templos y los conventos vacíos como quiere el Papa. Por supuesto, no seré yo quien lo pida a la Iglesia. Sé que es difícil, soy un viejo cascarrabias con muchas dudas y no quisiera ser políticamente incorrecto, tengo otros compromisos y ninguna autoridad para pedirlo. Ni falta que hace. Solo hago una pregunta, y recuerdo lo que ya dijo el Maestro a sus discípulos y a un joven que quería serlo: "Si quieres ser perfecto, vende cuanto tienes , dalo a los pobres y sígueme".
Mientras duró la alianza entre el trono y el altar, los bienes de una diócesis eran también de la provincia correspondiente - o de sus pueblos- y por eso se llegó en las postrimerías del nacional-catolicismo al ajuste de los limites jurisdiccionales eclesiásticos a los civiles; pero los bienes de la Franja se quedaron en Lleida, no así los pueblos. Después del divorcio entre la Iglesia y el Estado, pienso que la Iglesia debería poner su corazón donde dice tener su verdadero tesoro. Creo que no es su obligación hacer museos o fomentar el turismo conservando las imágenes a las que nadie reza, ni ésta su devoción. Otra cosa es el culto, pero éste solo tiene sentido en una Iglesia para los pobres si no he entendido mal lo que ella misma predica.
José Bada (16.9.2013)
* En este mismo blog hay una entrada anterior con el título EL PATRIMONIO DE LA IGLESIA sobre el mismo tema, es un texto escrito a los pocos días de ser elegido el papa Francisco.
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