lunes, 23 de septiembre de 2013

LOS BIENES DE LA IGLESIA

    Este verano lo pasé en Candasnos, un pueblo monegrino  de la diócesis de Barbastro que fue antes de Lleida.  A  mediados de agosto,  se celebran allí las fiestas patronales. Como en casi todos los pueblos de Aragón, a medida que se llena el cementerio  se vacían las casas, las calles, la escuela y por supuesto la iglesia.  Todavía tienen cura, pero  viene de fuera como el médico y los maestros que tampoco viven allí.  Es suramericano, antes hubo otro polaco. Normalmente no falta  nunca el titular en  las fiestas patronales,   pero este año vino  a suplir  al cura el  obispo de Barbastro, Alfonso Milián.  Y ganaron todos, el obispo  y los fieles.


 Asistí a la misa  sin ir a la procesión.   Al enterarme que venía  fui a verle y a escuchar  al   que  otras veces me había escuchado a mí, qué menos podía hacer. Y no me defraudó, al contrario: su gesto y sus palabras me confortaron. Ni yo esperaba verle después de cincuenta años,  ni él verme  en ese lugar.  Como era de presumir  no me conoció,  pero al reconocerme  nos dimos un abrazo en la sacristía.   Le felicité y me felicité por su homilía  breve, sencilla, evangélica, franciscana  y con mucho sentido común, que todos entendieron:  "Vosotros sois mi tesoro",  comenzó aludiendo a las palabras de Jesús,  y "donde está mi tesoro está mi corazón" ( Mt. 6,21) . Continuó  afirmando que todos  somos iglesia, y ésta para un obispo  como la esposa para su esposo: la razón de su vida y su tesoro. Recordó que la pareja, el obispo y su  iglesia como un solo cuerpo,  ha de ser  a su vez para los pobres  y éstos  su único tesoro. Otros fieles entraron también a saludarle  y  a agradecer su visita  y su homilía.

Un més después de aquel  encuentro con el obispo de Barbastro, me entero de la visita que el papa Francisco ha hecho  al  Centro Astalli de Roma (el Servicio  que presta la Compañía de Jesús  a los  Refugiados), donde saludó a huéspedes, voluntarios y simpatizantes, unas 500 personas,  y de las palabras que en esta ocasión  dirigió  expresamente a  los responsables de las  instituciones eclesiásticas:  “Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no sirven a la Iglesia para transformarla en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados. El Señor nos llama a vivir con más coraje y generosidad la acogida en la comunidad, en las casas, en los conventos vacíos…”  a los pobres que lo necesitan .

  Por un momento se me cruzaron los cables y me ha venido entre los dos, entre Alfonso  de Barbastro y Francisco de Roma,  el recuerdo del gesto y las palabras de San Lorenzo de Huesca al gobernador romano que pretendía los bienes de la iglesia:  "Estos - le dijo mostrándole  una multitud de pobres-  son  el único tesoro que tiene  la iglesia".

Si los pobres  de allá y de acá son para todas las iglesias  el  verdadero tesoro, así en Roma como en Barbastro o en Lleida, ¿ por qué los bienes de la Franja   que disputan  para sí  los gobiernos de Aragón y Cataluña  no los vende  la Iglesia -o las iglesias  de común acuerdo -  al que más ofrezca para darlo todo a los pobres  que más  lo necesitan?   Esa es  mi pregunta. Más aún, no solo estos bienes sino los templos y los conventos vacíos como quiere el Papa.  Por supuesto, no seré yo quien lo pida a la Iglesia.  Sé que es difícil,  soy un viejo cascarrabias con muchas dudas y no quisiera ser políticamente incorrecto, tengo otros compromisos  y ninguna autoridad para pedirlo. Ni falta que hace.   Solo  hago una pregunta, y recuerdo lo que ya dijo  el Maestro a sus discípulos y a un joven que quería serlo:     "Si quieres ser perfecto,  vende cuanto tienes , dalo a los pobres y sígueme".

Mientras  duró la alianza entre el trono y el altar, los bienes  de una diócesis eran también  de la provincia  correspondiente - o de  sus pueblos-  y por eso se  llegó  en  las  postrimerías  del nacional-catolicismo al  ajuste  de  los limites  jurisdiccionales  eclesiásticos  a los civiles; pero  los bienes de la Franja  se quedaron en Lleida, no así los pueblos. Después del divorcio entre la Iglesia y el  Estado, pienso que la Iglesia debería poner su corazón donde dice tener su verdadero tesoro.  Creo  que no es su obligación   hacer museos o fomentar el turismo conservando las imágenes  a las que nadie reza,  ni ésta su devoción. Otra cosa es el culto, pero éste solo tiene sentido en una Iglesia   para los pobres si no he entendido mal lo que ella misma predica.

 José Bada (16.9.2013)


* En este mismo blog  hay una entrada anterior con el título EL PATRIMONIO DE LA IGLESIA sobre el mismo tema, es un texto escrito a los pocos días de ser elegido el  papa Francisco.








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