martes, 16 de julio de 2013

LA ANTIGÜEDAD NO ES UN MÉRITO



            Reconozcamos que no todo fue perfecto  en la Transición, ni trigo limpio. Pero  después -y  en especial a partir de mediados de los ochenta -se produjo  en los partidos una  evolución a la baja   y  una selección perversa  de los que harían de la política su profesión.   Estos  supervivientes  y  “supersedentes” en el sillón,   más  fieles a la devoción que a la obligación que  comporta  el cargo político, son   “profesionales” cuya antigüedad  se reconoce y se premia por otros dignatarios de mayor rango y no menor antigüedad  en la empresa u organización del Estado.