Lo
obvio se da por sabido, los hechos hay que admitirlos y todo lo que
se puede contar se cuenta; como los votos, que son habas contadas.
Nada
de eso es discutible, ni se discute para salir de dudas. Tampoco se
discuten los prejuicios ni los dogmas, salvo que uno se avenga a
pensar en lo que piensa -en lo que da por pensado- y en lo que cree
y, por tanto, a escuchar a los otros que no comparten las mismas
convicciones o creencias.
Lo
más discutible es aquello que más da que pensar y que más nos
importa como seres humanos. Lo más discutible - es decir, lo más
digno de ser discutido por todos y que más lo necesita- es aquello
que más nos atañe en la vida personal y afecta más a la
convivencia humana en general y de lo que menos sabemos con certeza
en particular. Vamos, que no es la ciencia propiamente dicha, ni la
técnica, ni la economía. Ni el fútbol, por supuesto. Lo más
discutible es aquello de lo que no solemos hablar, aunque se pueda y
se deba, y a veces incluso se nos prohíba o esté mal visto en
sociedad.
Bajo
la dictadura de Franco, los españoles vivíamos al dictado del
nacional catolicismo y no podíamos hablar libremente en público
de política y de religión. Pero ahora que podemos , me pregunto
por qué diantres o demonios no lo hacemos. Ojo, que no es lo mismo
hablar de los curas o de los políticos que hablar con otros de
política o religión. Y en concreto me pregunto por qué unos no
quieren ni oír hablar de la religión en la escuela pública y otros
clérigos solo quieren catequizar y enseñar la suya. Unos y otros,
todos nosotros, deberíamos estar de acuerdo en que no se puede ser
libre si no se es responsable . O también, en que nadie puede ser
responsable si no es libre. Por tanto, creyentes y no creyentes,
deberían estar de acuerdo para educar en libertad y para una
libertad responsable. Si la fe es libre, Señores Obispos, ustedes
deberían ser los primeros en defender una educación no
confesional para creer o no creer responsablemente. O lo que es lo
mismo, en la defensa de una enseñanza crítica de la religión en
la escuela pública.
Una
escuela pública ha de hacerse cargo de todo el mundo, de todo lo
que hay en el mundo de la vida. Y si hay creyentes , aunque no haya
Dios en este mundo, los ateos deberían hablar con los que creen y
éstos con los que no creen. Y no solo con ellos sino de ello,
pero no solo de las religiones en general o de la cultura cristiana
en particular. Sino de la fe y desde la fe y al contrario: desde
un ateísmo responsable, en un ámbito de libertad y de tolerancia.
Sin imponer nada ni callarse nada, sin desplazar a nadie: sin
poner la estaca o la bandera en los espacios públicos ni dar con
la caña del catecismo en la escuela. No tiene sentido ni
justificación racional hablar solo con los que piensan o creen
lo mismo que nosotros y escuchar solo lo que ya sabemos o creemos
saber. En cambio, si hablamos de todo y con todos responsablemente
podremos llegar en la práctica a más acuerdos de los que
sospechamos y sin duda fundamentales para la convivencia humana. Y a
compromisos prácticos en defensa de la paz y de los derechos
humanos. Sin olvidar que hablando se entienden los hombres y ,
mejor aún, si después de hablar y de hablarse pasan juntos de
las palabras a la acción donde se hace la verdad en silencio. Y
de la conversación a la convivencia, y de la teoría a la práctica.
Y a la vida sin más comtemplaciones: al amor a los hombres y
mujeres de este mundo, sin el que no hay aquí Dios que valga ni
hijos de Dios que le hagan caso.
La
enseñanza crítica de la religión no es la crítica sin
consideración alguna del hecho religioso, ni un rechazo en
principio de la religión en la escuela. Tampoco es una enseñanza a
título de inventario o mera información sobre la cultura
cristiana como parte importante de la cultura occidental. No es
un turismo guiado por nuestra cultura, ni un rescate del pasado
como degustación de la historia o representación de figurantes
que no practican para un público ocioso y decadente. No es un
entretenimiento. "La crítica a la religión es el presupuesto
de todo crítica," como decía K. Marx. Mientras que abrazarla
o rechazarla a tontas y a locas es -como decimos otros- el
principio de la dictadura. Y una vuelta anterior a la democracia,
como si la Transición que fue no hubiera sido.
José
Bada
1.6.2013
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