sábado, 1 de junio de 2013

PARA UNA ENSEÑANZA CRÍTICA DE LA RELIGIÓN



Lo obvio se da por sabido, los hechos hay que admitirlos y todo lo que se puede contar se cuenta; como los votos, que son habas contadas.

Nada de eso es discutible, ni se discute para salir de dudas. Tampoco se discuten los prejuicios ni los dogmas, salvo que uno se avenga a pensar en lo que piensa -en lo que da por pensado- y en lo que cree y, por tanto, a escuchar a los otros que no comparten las mismas convicciones o creencias.

Lo más discutible es aquello que más da que pensar y que más nos importa como seres humanos. Lo más discutible - es decir, lo más digno de ser discutido por todos y que más lo necesita- es aquello que más nos atañe en la vida personal y afecta más a la convivencia humana en general y de lo que menos sabemos con certeza en particular. Vamos, que no es la ciencia propiamente dicha, ni la técnica, ni la economía. Ni el fútbol, por supuesto. Lo más discutible es aquello de lo que no solemos hablar, aunque se pueda y se deba, y a veces incluso se nos prohíba o esté mal visto en sociedad.



Bajo la dictadura de Franco, los españoles vivíamos al dictado del nacional catolicismo y no podíamos hablar libremente en público de política y de religión. Pero ahora que podemos , me pregunto por qué diantres o demonios no lo hacemos. Ojo, que no es lo mismo hablar de los curas o de los políticos que hablar con otros de política o religión. Y en concreto me pregunto por qué unos no quieren ni oír hablar de la religión en la escuela pública y otros clérigos solo quieren catequizar y enseñar la suya. Unos y otros, todos nosotros, deberíamos estar de acuerdo en que no se puede ser libre si no se es responsable . O también, en que nadie puede ser responsable si no es libre. Por tanto, creyentes y no creyentes, deberían estar de acuerdo para educar en libertad y para una libertad responsable. Si la fe es libre, Señores Obispos, ustedes deberían ser los primeros en defender una educación no confesional para creer o no creer responsablemente. O lo que es lo mismo, en la defensa de una enseñanza crítica de la religión en la escuela pública.






Una escuela pública ha de hacerse cargo de todo el mundo, de todo lo que hay en el mundo de la vida. Y si hay creyentes , aunque no haya Dios en este mundo, los ateos deberían hablar con los que creen y éstos con los que no creen. Y no solo con ellos sino de ello, pero no solo de las religiones en general o de la cultura cristiana en particular. Sino de la fe y desde la fe y al contrario: desde un ateísmo responsable, en un ámbito de libertad y de tolerancia. Sin imponer nada ni callarse nada, sin desplazar a nadie: sin poner la estaca o la bandera en los espacios públicos ni dar con la caña del catecismo en la escuela. No tiene sentido ni justificación racional hablar solo con los que piensan o creen lo mismo que nosotros y escuchar solo lo que ya sabemos o creemos saber. En cambio, si hablamos de todo y con todos responsablemente podremos llegar en la práctica a más acuerdos de los que sospechamos y sin duda fundamentales para la convivencia humana. Y a compromisos prácticos en defensa de la paz y de los derechos humanos. Sin olvidar que hablando se entienden los hombres y , mejor aún, si después de hablar y de hablarse pasan juntos de las palabras a la acción donde se hace la verdad en silencio. Y de la conversación a la convivencia, y de la teoría a la práctica. Y a la vida sin más comtemplaciones: al amor a los hombres y mujeres de este mundo, sin el que no hay aquí Dios que valga ni hijos de Dios que le hagan caso.



La enseñanza crítica de la religión no es la crítica sin consideración alguna del hecho religioso, ni un rechazo en principio de la religión en la escuela. Tampoco es una enseñanza a título de inventario o mera información sobre la cultura cristiana como parte importante de la cultura occidental. No es un turismo guiado por nuestra cultura, ni un rescate del pasado como degustación de la historia o representación de figurantes que no practican para un público ocioso y decadente. No es un entretenimiento. "La crítica a la religión es el presupuesto de todo crítica," como decía K. Marx. Mientras que abrazarla o rechazarla a tontas y a locas es -como decimos otros- el principio de la dictadura. Y una vuelta anterior a la democracia, como si la Transición que fue no hubiera sido.



José Bada

1.6.2013











































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