domingo, 24 de marzo de 2013

EL PATRIMONIO DE LA IGLESIA


 
El pasado jueves, día 22 de marzo, me desperté con dos noticias: una buena y otra pintoresca. La primera vino de Chipre:"El arzobispo Chisóstomos II dijo este miércoles que la propiedad de la iglesia de ese país está a disposición del Estado". La segunda de aquí mismo, de la Tierra Noble -que diría Traso- y que decía así en El Periódico de Aragón: "Los alcaldes de Berbegal y de Peralta de Alcofea manifestaron ayer su deseo de dirigirse al papa Francisco para exponerle con todo detalle el conflicto de los bienes de sus parroquias, que se hallan depositados en el Museo de Lérida" [....] Ya que "en su opinión -manifiestan- es tan grave o más que los casos de pederastia en la Iglesia, pues se trata de un desacato o desobediencia pública a los mandatos de los tribunales del papa".
¡Anda ya! Pues yo digo que ¡viva San Lorenzo!




  Que era según dicen de la provincia de Huesca como los alcaldes de Berbegal y de Peralta, que también. Aunque impertinentes y más afines al gobernador de Roma de aquel tiempo que al obispo de entonces, Sixto II, y sin ir más lejos al de ahora mismo que se llama Francisco, al arzobispo de Chipre y por supuesto al diácono San Lorenzo. Se cuenta que el gobernador romano - para el caso el alcalde- quería en aquel tiempo los bienes de la Iglesia, como los alcaldes de Berbegal y de Peralta quieren para sí los bienes de la Franja que retiene el obispo de Lérida. Pero San Lorenzo -que no era cardenal ni los había entonces- al ser obligado a entregar los bienes, ya los había repartido entre los más necesitados y señalando a los pobres dijo al gobernador: "Estos son los tesoros de la Iglesia".

Quiero creer que el Papa estará pensando hoy más en los pobres que en el patrimonio de la Iglesia y no digamos ya en los bienes de la Franja, que no son suyos ni ese es el problema, por favor. Y me gustaría más aún ver mañana lo que hoy quiero creer, pero hemos visto ya tantas cosas después de Cristo en la Iglesia Católica que esto ha de parecernos como una "visión beata" y un anticipo improbable del cielo prometido. Y aunque bien sé y sabemos todos por experiencia que el Reino de Dios no es de este mundo y la Iglesia sí que lo es -por supuesto- me gustaría ver al obispo de Roma y a su iglesia "presidiendo en la caridad" a las demás iglesias, es decir, entregado al servicio de los pobres en una iglesia pobre y para los pobres. Porque ellos son su tesoro, deberían serlo las personas que necesitan ayuda. Y no es otra la misión ni el ministerio, el servicio, que evangelizar a los pobres si bien entiendo. Sin olvidar que una cosa es predicar y otra dar trigo, y que ambas cosas se necesiten.

Ojalá que la Iglesia Católica y sus ministros -es decir, los servidores del pan y la palabra- se ocupen de lo que importa y se desembaracen de un enorme patrimonio económico y cultural que ata sus manos y les traba la lengua. Todos saldríamos ganando. En un mundo en el que todo tiene un precio y se estima únicamente lo que se cotiza en el mercado, donde falta la gracia y la sal de la vida, lo que sólo se da y nadie puede comprar: como el amor, el perdón, la libertad y la esperanza...En un mundo como este en el que nos ha tocado vivir, no saldremos de la crisis actual si en vez de hacer la historia, la degustamos; en vez de cuidar la vida y la convivencia fomentamos la avaricia que rompe el saco, perturba el orden y acaba con la paz social, y donde hasta los bienes culturales y la cultura misma se vende y se consume como las hamburguesas y los huesos de santo.

Ojalá las iglesias de Huesca y de Lleida se libren de los bienes de la Franja, ¿para qué los quieren? Y que el patrimonio de la Iglesia, incluida la cultura cristiana, se declare "Patrimonio de la Humanidad" y que otros lo conserven y administren: ya sea la Unesco a nivel mundial o los ayuntamientos a nivel local. No me gusta que las parroquias sean agentes culturales, que la Semana Santa del Bajo Aragón se declare de interés turístico y se represente la Pasión lo mismo que los figurantes los Sitios de Zaragoza. En cambio celebraría que la cultura se diera a entender por quienes la entienden en todas partes. Y no se usara solo como reclamo para atraer a los extraños, forasteros o turistas, y para darles de comer sin darles de qué pensar ni contemplar. Para degustar apenas y sacarles el dinero. Que eso es como tocar el bombo, sin hacer nada más de Pascuas a Ramos.

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