El
pasado jueves, día 22 de marzo, me desperté con dos noticias: una
buena y otra pintoresca. La primera vino de Chipre:"El
arzobispo Chisóstomos II dijo este miércoles que la propiedad de
la iglesia de ese país está a disposición del Estado". La
segunda de aquí mismo,
de la Tierra Noble -que diría Traso-
y que decía así en El
Periódico de Aragón:
"Los
alcaldes de Berbegal y de Peralta de Alcofea manifestaron ayer su
deseo de dirigirse al papa Francisco para exponerle con
todo detalle
el conflicto de los bienes de sus parroquias, que se hallan
depositados en el Museo de Lérida" [....] Ya que "en su
opinión -manifiestan- es tan grave o más que los casos de
pederastia en la Iglesia, pues se trata de un desacato o
desobediencia pública a los mandatos de los tribunales del papa".
¡Anda
ya! Pues yo digo que ¡viva San Lorenzo!
Que era según dicen de la provincia de Huesca como los alcaldes de Berbegal y de Peralta, que también. Aunque impertinentes y más afines al gobernador de Roma de aquel tiempo que al obispo de entonces, Sixto II, y sin ir más lejos al de ahora mismo que se llama Francisco, al arzobispo de Chipre y por supuesto al diácono San Lorenzo. Se cuenta que el gobernador romano - para el caso el alcalde- quería en aquel tiempo los bienes de la Iglesia, como los alcaldes de Berbegal y de Peralta quieren para sí los bienes de la Franja que retiene el obispo de Lérida. Pero San Lorenzo -que no era cardenal ni los había entonces- al ser obligado a entregar los bienes, ya los había repartido entre los más necesitados y señalando a los pobres dijo al gobernador: "Estos son los tesoros de la Iglesia".
Quiero
creer que el Papa estará pensando hoy más en los pobres que en el
patrimonio de la Iglesia y no digamos ya en los bienes de la Franja,
que no son suyos ni ese es el problema, por favor. Y me gustaría
más aún ver mañana lo que hoy quiero creer, pero hemos visto ya
tantas cosas después de Cristo en la Iglesia Católica que esto ha
de parecernos como una "visión beata" y un anticipo
improbable del cielo prometido. Y aunque bien sé y sabemos todos por
experiencia que el Reino de Dios no es de este mundo y la Iglesia sí
que lo es -por supuesto- me gustaría ver al obispo de Roma y a su
iglesia "presidiendo en la caridad" a las demás iglesias,
es decir, entregado al servicio de los pobres en una iglesia pobre y
para los pobres. Porque ellos son su tesoro, deberían serlo las
personas que necesitan ayuda. Y no es otra la misión ni el
ministerio, el servicio, que evangelizar a los pobres si bien
entiendo. Sin olvidar que una cosa es predicar y otra dar trigo, y
que ambas cosas se necesiten.
Ojalá
que la Iglesia Católica y sus ministros -es decir, los servidores
del pan y la palabra- se ocupen de lo que importa y se desembaracen
de un enorme patrimonio económico y cultural que ata sus manos y les
traba la lengua. Todos saldríamos ganando. En un mundo en el que
todo tiene un precio y se estima únicamente lo que se cotiza en el
mercado, donde falta la gracia y la sal de la vida, lo que sólo se
da y nadie puede comprar: como el amor, el perdón, la libertad y la
esperanza...En un mundo como este en el que nos ha tocado vivir, no
saldremos de la crisis actual si en vez de hacer la historia, la
degustamos; en vez de cuidar la vida y la convivencia fomentamos la
avaricia que rompe el saco, perturba el orden y acaba con la paz
social, y donde hasta los bienes culturales y la cultura misma se
vende y se consume como las hamburguesas y los huesos de santo.
Ojalá las iglesias de Huesca y de Lleida se libren de los bienes de
la Franja, ¿para qué los quieren? Y que el patrimonio de la
Iglesia, incluida la cultura cristiana, se declare "Patrimonio
de la Humanidad" y que otros lo conserven y administren: ya sea
la Unesco a nivel mundial o los ayuntamientos a nivel local. No me
gusta que las parroquias sean agentes culturales, que la Semana Santa
del Bajo Aragón se declare de interés turístico y se represente
la Pasión lo mismo que los figurantes los Sitios de Zaragoza. En
cambio celebraría que la cultura se diera a entender por quienes la
entienden en todas partes. Y no se usara solo como reclamo para
atraer a los extraños, forasteros o turistas, y para darles de comer
sin darles de qué pensar ni contemplar. Para degustar apenas y
sacarles el dinero. Que eso es como tocar el bombo, sin hacer nada
más de Pascuas a Ramos.
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